de Jonás Trueba. España, 2013. 93’. B/N
13 de junio de 2013. Centro Niemeyer, Avilés.
Cine de entretiempo. Entre noviembre de 2011 y junio de 2012 Jonás Trueba va quedando con algunos amigos para rodar pedazos de unas vidas ilusionadas. Alrededor del cine (y de los cines) se habla, se graba, se vive y se convive. Hay rótulos que organizan este cine fragmentario pero no se ocultan los hilvanes y las costuras. La vida y el cine (valga la redundancia) también se cuelan por ellas.
En Las ilusiones, el librito que ha publicado con las notas para esta película, Jonás Trueba habla de otra que a mi también me encantó: La vida útil de Federico Veiroj. La muerte del cine es el motor de esa historia. El cierre de una cinemateca uruguaya deja sin trabajo (y casi sin vida) a Jorge, un hombre maduro que sale a la calle buscando una vida útil que inevitablemente le llevará de vuelta al cine. Montevideo es una ciudad hermosa de la que siente añoranza hasta quien nunca ha estado allí. Esa película lo refleja mostrando a la vez la ciudad y el lugar del cine en ella. Con Los ilusos sucede lo mismo. No es solo una película fragmentaria sobre un tiempo biográfico en unos lugares de Madrid, es casi el retrato de una ciudad y de un tiempo del cine. Su desaliño formal es su elegancia (como les pasa a Madrid y a Montevideo). Claquetas y sonidos se cuelan entre las imágenes añadiéndoles belleza e intención. La belleza que hay en la periferia de lo mostrado y la intención de buscar la ilusión en lo elusivo. La proyección llenó el cine del Niemeyer y la magia del lugar hizo especialmente grato el encuentro con el director y con dos de los actores (Francesco Carril y Vito Sanz). Los tres han venido a Avilés siguiendo esa curiosa estrategia de distribución que consiste en acompañar la única copia de la película allá donde se proyecta. Jonás reconoció el desequilibrio entre la indeterminación de la primera parte, hasta la escena de la canción, y la mayor definición de la segunda en la que hay una historia de amor incipiente. El resultado (muy equilibrado) se debe al propio proceso. Coral y tentativo en noviembre y más cuajado en primavera. Cine persiguiendo la vida e intentando mostrar en presente continuo unos tiempos con un futuro indefinido en el que nos gustaría poder evocar algún día un pretérito perfecto. Así son Los ilusos.
En Las ilusiones, el librito que ha publicado con las notas para esta película, Jonás Trueba habla de otra que a mi también me encantó: La vida útil de Federico Veiroj. La muerte del cine es el motor de esa historia. El cierre de una cinemateca uruguaya deja sin trabajo (y casi sin vida) a Jorge, un hombre maduro que sale a la calle buscando una vida útil que inevitablemente le llevará de vuelta al cine. Montevideo es una ciudad hermosa de la que siente añoranza hasta quien nunca ha estado allí. Esa película lo refleja mostrando a la vez la ciudad y el lugar del cine en ella. Con Los ilusos sucede lo mismo. No es solo una película fragmentaria sobre un tiempo biográfico en unos lugares de Madrid, es casi el retrato de una ciudad y de un tiempo del cine. Su desaliño formal es su elegancia (como les pasa a Madrid y a Montevideo). Claquetas y sonidos se cuelan entre las imágenes añadiéndoles belleza e intención. La belleza que hay en la periferia de lo mostrado y la intención de buscar la ilusión en lo elusivo. La proyección llenó el cine del Niemeyer y la magia del lugar hizo especialmente grato el encuentro con el director y con dos de los actores (Francesco Carril y Vito Sanz). Los tres han venido a Avilés siguiendo esa curiosa estrategia de distribución que consiste en acompañar la única copia de la película allá donde se proyecta. Jonás reconoció el desequilibrio entre la indeterminación de la primera parte, hasta la escena de la canción, y la mayor definición de la segunda en la que hay una historia de amor incipiente. El resultado (muy equilibrado) se debe al propio proceso. Coral y tentativo en noviembre y más cuajado en primavera. Cine persiguiendo la vida e intentando mostrar en presente continuo unos tiempos con un futuro indefinido en el que nos gustaría poder evocar algún día un pretérito perfecto. Así son Los ilusos.