30 de diciembre de 2013. Cines Centro, Gijón.
Desde Cazorla a Sanlúcar seguimos el ritmo de la vida en ese río maravilloso: águilas imperiales (y reales), cigüeñas negras (y blancas), buitres leonados (y negros), garzas reales (e imperiales), linces, moritos, ginetas, somormujos, ciervos, grullas, muflones, abejarucos, anguilas, camaleones... Y también flamencos. Y un zorro que nos acompaña en este periplo por un río que vincula a Europa con América, que une lo romano con lo musulmán y lo cristiano. Y que hace posible que millones de aves de tres continentes se encuentren en Doñana. Ese río tan bello está en Europa. En España. En Andalucía. Y se llama Guadalquivir.
Por si fuera poca la belleza de las imágenes, este documental poético está acompañado por la voz perfecta de Estrella Morente que nos va guiando con palabras oportunamente líricas hasta desembocar en ese ¡Oh Guadalquivir! de Antonio Machado que canta al final (¡qué ganas de volver a escucharla en el Teatro Jovellanos en el recital del próximo 22 de febrero!). Este país es maravilloso por muchos motivos. Y no es el menor su alucinante diversidad biológica. Quienes disfrutamos tanto con unos prismáticos (¡cuánto debemos a Félix Rodríguez de la Fuente!) en los observatorios de Monfragüe, del Delta del Ebro, de Doñana y también de Zeluán (¡cuánto debemos a la gente de Mavea y a los amigos ornitólogos de la adolescencia!) somos conscientes de la suerte que tenemos de vivir en un país que es envidiado (con motivo) por los naturalistas de toda Europa. Joaquín Gutiérrez Acha hace patria al crear este bellísimo documental que captura (en alta velocidad y en time lapse) el latido de la vida de esa espléndida naturaleza mediterránea que llega al Atlántico. Una gozada para despedir un año de cine. Han sido casi doscientas películas, entre las cuales he visto mucho bueno en el cine. Lo malo es la propia situación de los cines (en Avilés seguimos llorando la pérdida de los queridos cines Marta). Esos que algunos dicen que son caros sin poner ninguna objeción a burbujas económicas y mediáticas tan dañinas como la inmobiliaria o la del fútbol. Algunos pensarán que me gasto mucho en cine. No lo sé. Me gasto en los cines una cantidad similar a la que dono cada año a las ONGs de las que soy socio. Y esos dos gastos (junto con los de los viajes y el resto de mi consumo cultural) son los que considero mejor invertidos. Porque son los que me producen la satisfacción de poder imaginar otros mundos mejores. Y de ayudar a que otros puedan crearlos.