17 de mayo de 2014. Centro Municipal Integrado Pumarín, Gijón. V.O.S.
A sus veintisiete años Frances sigue queriendo dedicarse a la danza, pero solo la llaman para sustituciones. Comparte piso con su amiga Sophie y tiene mucha sintonía con ella. Pero las cosas cambian. Sophie se va a vivir a Japón con su novio y Frances tiene que cambiar una y otra vez de casa. Y de amistades. Después de pasar la navidad con su familia en Sacramento y un fin de semana absurdo en París no le queda más remedio que volver a la residencia universitaria en la que había estudiado. Parece que ha tocado fondo, pero no pierde la esperanza.
La ingenuidad de una alegre identidad flotante, de una vida que no encuentra rumbo. Ni lo busca, más allá del fluir de las relaciones que van surgiendo. La historia recuerda, en versión femenina, a la reciente Oh boy de Jan Ole Gerster. Las dos son estupendas películas en blanco y negro sobre jóvenes (no tanto) que viven desnortados en grandes ciudades (Frances en Nueva York, Niko en Berlín). Las dos tienen un desarrollo triste con protagonistas que parecen abocados a un mal destino. Y las dos se cierran con algo de esperanza. Aunque con otro tono, también me ha recordado a la soberbia A, B, C... Manhattan, de Amir Naderi, el magnífico director iraní que retrata como nadie las derivas humanas en Nueva York. Buenas compañías cinematográficas, por tanto, las que evoca esta estupenda Frances Ha. Una historia en la que las compañías son, precisamente, lo más importante.