22 de junio de 2014. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Miel ayuda a morir. Facilita los fármacos necesarios y orienta sobre cómo usarlos a enfermos para los que vivir es ya insoportable. En realidad se llama Irene y es una joven independiente con una vida tranquila. Tiene una casa en la playa, un novio esporádico y algunas rutinas, como tomar el tren a Roma y el avión a México para comprar medicamentos. Pero todo eso cambia cuando conoce a Grimaldi, un cliente que quiere morir pero no está enfermo.
Miel es un ángel de la guarda para la buena muerte, una activista de la eutanasia. O eso piensa Irene hasta que encuentra a Grimaldi y empieza a verse como una mercenaria. El centro de la historia está en la relación entre esa joven que ayuda a morir pero tiene la vida por delante y ese hombre maduro que ha vivido bien pero ya no quiere seguir. Es una película sobre los motivos y los límites de la eutanasia. Pero no es una película de tesis. Ni de un solo tema. Es también la historia de una joven con un pasado borroso (¿qué le pasó a su madre? ¿por qué necesita Irene sumergirse en el mar?) y un presente confuso (¿está enferma? ¿por qué no es sincera con su padre o con su amante?). Valeria Golino consigue que nos interese tanto la historia central como las que solo intuimos. Esas que quizá explican la vida de Irene (o el deseo de morir de Grimaldi). Pero esos enigmas están perfectamente dosificados, como los fármacos que Miel utiliza. Así que el final resulta triste y dulce a la vez. Igual que ese hermoso epílogo en la cúpula de Suleymaniye en Estambul.