18 de julio de 2014. Centro Niemeyer. II Festival Internacional de Cine y Arquitectura de Avilés. V.O.S.
Un simpático nonagenario se encuentra con amigos. Todos hablan bien de él. También Frank Gehry, al que le pasaba lo mismo en el documental de Sydney Pollack. Este viejito delicioso es Julius Shulman, uno de los fotógrafos de arquitectura más importantes del siglo XX. Su especialidad era el movimiento moderno. Sobre esa arquitectura, especialmente en California, creó iconos tan hermosos como la fotografía del cartel.
El pasado domingo vimos en la Fundación ICO de Madrid Fotografía y arquitectura moderna en España. 1925-1965. La relación entre fotógrafos y arquitectos era el tema de aquella interesante exposición. También es uno de los que se han tratado esta tarde en la película, en la conferencia de Richard Levene (el director de la prestigiosa revista El Croquis) y en la desigual mesa redonda posterior. La independencia del fotografo respecto del arquitecto (radicalmente defendida por Levene y practicada en El Croquis), la posibilidad de una mirada neutra sobre la arquitectura, la reivindicación del movimiento moderno o el sentido del blanco y negro en la fotografía de arquitectura han motivado interesantes reflexiones hoy. También la cuestión del impacto y las epifanías que provoca la visita a una obra en esos instantes singulares que ninguna fotografía puede sustituir. Como los que muchos hemos sentido en Roma entrando temprano en el Panteón. O las que me provocan a veces estos edificios con los que pasa algo muy curioso en este festival. Tanto el año pasado como este, Niemeyer aparece mucho en las películas (la última vez esta misma tarde cuando el propio Julius Shulman hablaba de las emociones que sintió en Brasilia), pero nada en las intervenciones de los ponentes que jamás citan el lugar en el que están. Quizá porque les resulte transparente. O porque desde esta sala, tan hermosa cuando se abren las cortinas laterales, no lo pueden ver porque hace más de un año alguien decidió que estuvieran siempre cerradas. No lo sé, pero cada vez que salgo del cine y me emociona la belleza de la plaza entre las dos luces del anochecer pienso si los arquitectos que me rodean serán ciegos para que tanta belleza les resulte invisible. Curioso festival de arquitectura este que ignora por completo la que lo alberga.