sábado, 13 de septiembre de 2014

Boyhood

de Richard Linklater. EE.UU., 2014. 166’.
13 de septiembre de 2014. Cines Los Prados, Oviedo.

Doce años en la vida de Mason y su familia. Desde que empieza a ir a la escuela hasta que llega a la universidad. Él, su hermana, su madre, el padre que no vive con ellos, los maridos de su madre... La vida y el paso del tiempo en una familia americana.

Una joya cinematográfica filmada con los mismos actores en treinta y nueve días de rodaje a lo largo de doce años. Casi tres horas que pasan en un suspiro mientras contemplamos el fluir del tiempo de unas vidas radicalmente americanas y radicalmente universales. El cine es el arte que intenta capturar el tiempo. Y Linklater uno de los artistas que mejor sabe hacerlo. Pero no solo por el prodigio de haber contado la magnífica historia de dos vidas en tres momentos separados por muchos años en su memorable trilogía Antes de... Ni tampoco porque ahora sea capaz de dar una asombrosa continuidad a las escenas de unos personajes que realmente crecen o envejecen ante nosotros. El prodigio es mantener constante a lo largo de tanto tiempo un pulso narrativo y formal que parece inalcanzable para cualquier artista que, como todo ser humano, también debería cambiar. Lo fascinante de Boyhood no es solo el asombro que produce una apuesta tan radical que es mucho más que un experimento cinematográfico. Es una experiencia sublime que permite comprender por qué el cine es una de las mejores ventanas para contemplar la vida. "Siempre es ahora mismo". Lo dice Mason señalando en qué consiste la intensidad infinita del momento que está viviendo. Y nos lo dice Linklater como declaración de principios de su cine. O de la vida.