26 de diciembre de 2014. Cines Centro, Gijón.
El novio de Neneta desaparece el día en que iba a comenzar a trabajar en un invernadero. Los dos vivían con su bebé en una furgoneta en la costa de Almería. Convencida de que no volverá, Neneta regresa con su hijo a su pueblo de Galicia. Allí empieza a trabajar en la construcción y se integra en la cuadrilla de una obra. Su vida parece encauzada. Hasta que estalla la burbuja del ladrillo y su novio regresa.
Si Ken Loach fuera gallego podría haber hecho Los fenomenos. Y estaría encantado de poder contar con una Lola Dueñas capaz de llenar de matices y emoción a esa Neneta que no se acobarda. Es una historia bien escrita y bien contada que habla de varias cosas. Del mundo macho del ladrillo, de su intrahistoria en el tajo y del estallido de su burbuja. Y también de una vida en femenino singular que se debate entre territorios sentimentales bien simbolizados por la luz estival del Cabo de Gata y el gris invernal de una ría gallega. Sería fácil señalar el riesgo que Alfonso Zarauza corre al pretender contar tanto a partir de tan poco. Su evocación de la década pasada y de las contradicciones de aquel tiempo parecen poner en peligro la verosimilitud de su historia. Pero el problema no está en su sencilla y hermosa película, sino en que lo que retrata fue real en una época en que las advertencias del peligro no le parecían verosímiles a casi nadie.