21 de febrero de 2015. Parqueastur, Corvera.
El francotirador es Chris Kyle. Una leyenda de la guerra de Irak. Lo vemos a punto de disparar a un niño en su primera misión. Y, justo antes de hacerlo, recordando su infancia con un padre que clasificaba a los humanos en ovejas o lobos y educaba a sus hijos como perros pastores. También rememorando los tiempos de vaquero tejano en los rodeos, el momento en que conoció a la mujer de su vida en la barra de un bar y el instante en que descubrió su vocación patriótica con las imágenes televisivas de los atentados de las Torres Gemelas. Tras esas evocaciones, lo seguimos en sus cuatro misiones en Irak. Matando con precisión a cualquier enemigo. Acabando con su simétrico entre los malos. También vemos sus dificultades para la vida familiar entre misión y misión. Y con los títulos de crédito las imágenes reales de su funeral. El de un personaje de leyenda americana que fue asesinado por otro veterano en un campo de tiro.
Clint Eastwood ha hecho magníficas películas ideológicamente detestables (por ejemplo, Mystic River). Así que el patrioterismo casi zombi de este francotirador maniqueo no sería para mi ningún problema si la historia estuviera bien contada. Pero no. Hay dos películas (malísimas) en El francotirador. La de sus cuatro misiones me recuerdan a las de indios de las tardes televisivas de aquellos lejanos sábados en blanco y negro. Eastwood parece homenajear al género en esa última misión en que los (pocos) buenos se defienden de los (muchos) malos desde lo alto de un fuerte al atardecer. La otra película también me parece televisiva. De las que acompañan en tantas casas la siesta dominical. De ese tipo son los problemas del protagonista con su familia entre misión y misión. Si no supiera que El francotirador es de Clint Eastwood esta reseña sería mucho más breve. Y si no fuera de él seguramente no la habría visto. Aunque quizá me equivoque. Quizá Clint Eastwood siga siendo un gran director y lo que esté haciendo en esta película sea una parodia de esos géneros americanos que han ocupado nuestras televisiones en las últimas décadas. Quizá lo que pretendía era provocar risa y no rubor. Quizá sea que yo no le he pillado la gracia.