22 de marzo de 2015. Cines Centro, Gijón.
Desde su pueblo guatemalteco tres adolescentes emprenden el viaje hacia el norte. Son una chica que simula no serlo, su novio y un amigo. Luego se les unirá otro que solo habla su lengua maya. Al final solo uno de ellos llegará a su destino.
Una cautivadora rail-movie que sigue la senda de la sobrecogedora Sin nombre de Cary Joji Fukunaga. Las dos nos muestran el duro periplo de miles de emigrantes centroamericanos que encaramados en trenes de mercancías intentan cruzar todo México para alcanzar la frontera soñada. Las dos son películas duras y conmovedoras. La jaula de oro es quizá menos espectacular y más contenida que Sin nombre. Pero las dos muestran un drama al que Diego Quemada-Díez ha querido poner nombre propio con el agradecimiento a los cientos de emigrantes reales que aparecen en los títulos de crédito y que dan mayor verosimilitud si cabe a esta magnífica película. Magnífica por lo que retrata y denuncia y también magnífica por la forma en que lo hace. Con encuadres elegantes que, sin embargo, saben evitar ese preciosismo que a veces desvirtúa tantos relatos que pretenden conmover. Y con una narración coherente y valiente que sabe no desviarse del horizonte marcado por el camino del hermoso cartel. El sugerente triángulo sentimental que consigue trenzar desde el principio hace difícil no querer seguir el destino de la protagonista cuando unos canallas la arrancan de la ruta. Pero Quemada-Díaz sabe que no puede permitirse desviarnos de un relato que también en ese dramatismo es el de las incertidumbres y desgarros de quienes siguen un viaje hacia el norte que saben con quién comienzan pero no cómo terminará. La jaula de oro es una película conmovedora, necesaria y con la notable belleza de su medida sencillez.