25 de abril de 2015. Cine Renoir Princesa, Madrid. V.O.S.
Tres horas en la National Gallery. Contemplando pinturas que alguien comenta, asistiendo a reuniones de su Fundación, escuchando explicaciones de los restauradores, viendo cómo se montan las exposiciones o cómo se decide la ubicación de los cuadros. La vida cotidiana de un gran museo en todas sus vertientes.
La cámara no parece importunar a nadie. Ni a los visitantes ni a quienes trabajan en el museo. Por eso se hace tan grata esta película. Sentimos que estamos en todo sin que nadie advierta nuestra presencia. Hay muchos cuadros en la pantalla. Y muchas explicaciones sobre pintura, sobre arte y sobre política museística. Tres horas que se hacen cortas y que son una gozada para la vista y una provocación para pensar sobre la belleza, sobre el gusto, sobre la función de los museos y sobre el papel del público. Las mejores reflexiones están a veces donde menos se espera. Por ejemplo, en esas consideraciones del experto en restauración que pone de manifiesto la dificultad para desvelar la intención del artista. Hay grandes películas sobre la relación entre la pintura y el cine (El sol del membrillo de Víctor Erice sería la obra maestra). También sobre la relación entre la vida de un pintor y su obra (Mr. Turner de Mike Leigh sería la más reciente). Con National Gallery Frederick Wiseman aporta un nuevo tema. El de los ecosistemas museísticos como territorio de exploración para la cámara.