16 de junio de 2015. Cines Los Prados, Oviedo.
Chala cuida de palomas y perros de pelea en una azotea. Y también de su madre, una joven toxicómana que no sabe quién es realmente el padre. En la escuela Chala es feliz con Yeni, la niña brillante de su clase que sufre el estigma de los que huyen de la pobreza del oriente de la isla y son llamados palestinos en La Habana. A los dos los protege Carmela, una vieja maestra que se enfrenta a la burocracia escolar ocultando que Yeni no está censada y oponiéndose a que internen a Chala a un centro de conducta.
Hoy empieza todo en La Habana. Tavernier debería estar celoso de Daranas. Claro que el cubano juega con la ventaja de poder filmar este magnífico poema pedagógico en esa ciudad tan cautivadoramente hermosa que hasta las grietas transpiran vida y belleza. Los perfiles de los personajes podrán ser esquemáticos, quizá los actores y actrices se pasen de guapos y hasta es posible que, como dicen algunos críticos, la historia tenga algo de melodrama clásico. Pero me da igual. Conducta es una película magnífica que me ha emocionado en conjunto y por partes. El domingo mi paisano (por avilesino y por compartir ancestros en esas tierras de frontera entre el norte y el sur) José Luis García Martín también hablaba maravillas de esta película en El Comercio (y en ese estupendo blog suyo que se llama Café Arcadia). Decía que se la había recomendado a sus amigos, aunque sabía que no irían a verla. Yo se la recomendaría más bien a mis enemigos, que tampoco irán a verla. Vale, a mis adversarios pedagógicos. A esos a los que también les haría leer una y otra vez el libro de Pennac hasta que entendieran en qué consiste el Mal de escuela. Según él los buenos profesores jamás sueltan su presa. Y la presa es el alumno que no sabe, el que no quiere, el que no sabe qué quiere y el que no sabe que quiere. Para Carmela ese alumno es Chala. Y lo defiende frente a la burocracia escolar que forman esos malos profesores para los que no soltar la presa es no dejar esta profesión aunque la desprecien cada día de palabra, obra y omisión. Carmela me parece tan digna diciendo lo que piensa en la reunión en que la quieren jubilar (allí ella se niega, aquí ellos cuentan los días que les faltan) que viéndola pienso en las CCPs de tantos centros. En esas llamadas Comisiones de Coordinación Pedagógica en las que muchos secuestran hasta el significado de las palabras. Los que nunca verán esta película ni entenderán a Pennac utilizan esos espacios como una herramienta más para defender impunemente sus intereses. Si el lenguaje escolar no mintiera habría que llamarlas Comisiones de Corporativismo del Personal. Ese personal que, comparado con la Carmela de Daranas, merece un cero en conducta.