8 de julio de 2016. Cines Golem, Madrid. V.O.S.
Conflictos laborales en los astilleros de Figueira da Foz. Una plaga de insectos que amenaza a las abejas. Un director de cine que se plantea filmar una ficción enmarcada en la crisis portuguesa y echa a correr. Una reunión entre políticos portugueses y la troika europea. Unas vírgenes en un cuento de Sherezade. Un gallo que canta en la noche y que cuenta, a quien es capaz de entenderlo, una historia de amores infantiles. Una ballena y una sirena varadas en una playa. Y cientos de personas que corren hacia el mar en el primer día del año. Son los primeros cuentos portugueses de Las mil y una noches.
Tras una intensa y grata semana en Aveiro (Seminario Iberomericano CTS y reunión del grupo de educación de la Cátedra Ibérica CTS+I) ayer estuve disfrutando con algunos amigos de una preciosa tarde de verano cerca del farol da barra, en la playa de Costa Nova. Hoy vuelvo al mismo lugar en una pantalla de la calle Martín de los Heros que me muestra imágenes grises de una ballena en la arena y de portugueses que corren hacia el mar como queriendo huir de la crisis invernal que asoló su país hace bien poco. Esas escenas y algunas otras (las del cuento del gallo, las de la reunión de los políticos, las de la incineración de los nidos de insectos...) me parecen poderosas en una película que, en general, me resulta más áspera y confusa que cautivadora. Así que le daré otra oportunidad al director de Tabú y mañana volveré a los Golem para ver el segundo volumen de esta aclamada trilogía.