25 de mayo de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.
Lo que tiene el padre es malo. Le queda poco tiempo de vida. La hija que vive con él en Almería sufre pero parece aceptarlo. La que vive en Barcelona no. La aceleración de su vida afecta también a la manera en que se enfrenta a esa muerte.
Tres interpretaciones superlativas (hay que ver lo bien que le sientan los papeles de la edad venerable a ese actorazo que ha sido siempre Juan Diego y lo magníficas que están Nathalie Poza y Lola Dueñas en los papeles de las dos hermanas), un guión de naturalismo impecable y una historia sencilla sobre unas vidas próximas y más que reconocibles, son los mimbres de los que está hecha No sé decir adiós, una película que si fuera francesa o belga ya estaría entre las candidatas para los premios mayores del cine europeo. Igual que Fernando Franco en La herida, Lino Escalera aborda con cercanía extrema la fragilidad de la condición humana. Las dos comparten la contenida ternura que transmite la pantalla cuando los temas más ásperos son convertidos en ese material sensible del que está hecho el cine mayúsculo.