de Valeska Grisebach. Alemania, 2017. 100’.
23 de noviembre de 2017. Centro Niemeyer, Avilés, 55º Festival de Cine de Gijón (
sección: esbilla)
. V.O.S.
Un grupo de obreros preparan una infraestructura hidráulica en Bulgaria. Las relaciones de uno de ellos con las gentes del pueblo cercano son mucho más estrechas y afectivas que las del resto de sus compañeros.
Se proyecta en el Niemeyer esta película que ha venido al festival de Gijón precedida por muy buenas críticas en el de Sevilla. No niego la calidad en la interpretación del personaje de ese alemán con ademanes de vaquero cuya mirada bondadosa me ha recordado la que tenía Basilio Martín Patino. Pero esta historia búlgara tiene muchísimo menos interés que la estupenda Destinos de Stephan Komandarev que vimos ayer. Por lo demás, el festival termina para mi esta tarde (mañana salgo para un congreso en Córdoba) y puedo decir que, además de los inconvenientes de la dispersión de salas de proyección tras la pérdida de los Cines Centro, aunque algunos estaban muy ansiosos por aplaudir los efectos del cambio de director, creo que en esta edición hemos perdido la estupenda tradición de las interesantes retrospectivas que venían caracterizando a este festival (con cineastas tan notables en la etapa de Nacho Carballo como Amir Naderi, Hong Sang-soo, Brillante Mendoza o Matteo Garrone) sin que el nivel medio de lo que he podido ver en la sección oficial y en Rellumes me parezca mejor que el de las ediciones anteriores. El palmarés (escribo estas líneas tras conocerlo) tiene además patinazos tan notables como considerar la mejor película a esa bobada francesa que es En attendant les barbares (con apariencia de cine muy independiente y muy experimental pero que solo puede parecer estimable a quienes sean muy francófilos o hayan visto muy poco teatro y muy poco cine -o las tres cosas- y a quienes piensen que considerar bárbaros a los gringos y fascinante la literatura francesa del siglo XII da pedigrí de cineasta a Eugène Green). O también que el premio especial del jurado sea para una propuesta tan balbuceante y amateur como es Until the birds return de Karim Moussaoui. Nada que objetar, sin embargo, al premio a la mejor dirección para Ana Urushadze por Scary Mother (aunque el premio a la mejor actriz debería ser para Nato Murvanidze por su papel en esa película y no para Kim Min-hee por En la playa sola de noche -quizá ha sido una forma de premiar, sin que lo merezca, a Hong Sang-soo-). Sin embargo, me saben a poco los premios al mejor actor (póstumo) que ya pronostiqué para Harry Dean Stanton por su inconmensurable interpretación en esa joya que es Lucky o el del mejor guión para la extraordinaria película que es Destinos del búlgaro Stephan Komandarev. Estas dos junto con Scary Mother son, a gran distancia, lo mejor que he visto en este festival. Al lado de esas estupendas películas premiar En attendant les barbares solo demuestra la falta de criterio de un jurado del que, según parece, su presidente (Whit Stillman, el director de la estupenda Amor y amistad) muy lúcidamente ha discrepado.