7 de mayo de 2018. Cines Parque Principado, Lugones.
Roman J. Israel es un abogado comprometido con los derechos civiles que nunca sale del despacho. Es concienzudo y hábil en su trabajo, pero las vistas en los juzgados las ha llevado siempre su socio, un hombre venerable que acaba de tener un infarto del que ya no se recuperará. El cierre del despacho que compartían desde hace muchos años le obliga a buscar un nuevo trabajo en un bufete que lleva casos menos comprometidos. Deprimido y frustrado en un mundo que no es el suyo se deja caer por unos días en la tentación de una buena vida sin escrúpulos. Pero solo por unos días.
Dan Gilroy vuelve a ofrecernos una película extraordinaria con un Denzel Washington superlativo. En Nightcrawler, su magnífica ópera prima, Jake Gyllenhaal interpretaba a un personaje que compartía con este abogado una singular tenacidad y un extrañamiento radical de los usos y costumbres establecidos. Aquel personaje parecía completamente ajeno a los pruritos morales y este no parece saber vivir fuera de los principios axiológicos. Pero los dos son unos guías extraordinarios en unos mundos tan relevantes en nuestras sociedades como son los mediáticos y los judiciales. Hay, por tanto, muchos paralelismos entre los personajes, los escenarios y la profundidad de los análisis entre estas dos magníficas historias que uno ve con el máximo interés. Pero sobre todo, las dos películas comparten un gran calado crítico sobre la sociedad norteamericana, un aliento moral notable y una gran lucidez en el modo de plantear las encrucijadas a las que se enfrentan estos personajes extraños y fascinantes. Por eso sorprende que no se hable mucho más del singular cine de Dan Gilroy. Seguramente porque muchos críticos no quieren o no saben ver lo que este magnífico director nos propone con sus guiones perfectos y sus historias éticamente radicales pero completamente accesibles. Ojalá que haga pronto otras películas tan buenas como estas. Y que la crítica le preste la atención que merece.