23 de agosto de 2018. Cines Groucho, Santander.
Irene es una madre superada. Sobre todo ahora que al mayor de sus hijos lo han fichado para jugar al balonmano en Alemania y que su hermana y su sobrino han venido a vivir con ellos porque su cuñado la maltrata. Los dulces momentos cotidianos en la deteriorada casa familiar, los afanes de su buen marido por conseguir algún negocio que les permita salir adelante y los chapuzones veraniegos de los niños en la casa de la playa apenas la ayudan a levantar el ánimo en este tiempo de espera. Ella teme que el viaje del hijo adolescente sea para siempre.
Los mimbres son estupendos. Hay buenas interpretaciones, una historia bien trabada, momentos infantiles bien filmados y bastante cuidado para evitar que se cuelen los resortes fáciles del sentimentalismo familiar. Sin embargo, aunque las entiendo, no consigo sentir las emociones que debería despertar Siempre juntos. Noto más distanciamiento del que quisiera con una historia que avanza sin sorpresas. Para mi eso suele ser una virtud, pero aquí no me lo parece. Quizá sea por ese doblaje innecesario y distanciador. Creo que si la hubiera visto en versión original las sensaciones habrían sido mejores. Bastante mejores.