1 de octubre de 2018. Cines Parqueastur, Corvera.
El líder regional del partido ha sido descubierto. Es un nodo relevante de las tramas de corrupción política y podría entrar pronto en la cárcel. Intentará evitarlo haciéndose con pruebas de lo mucho que sabe sobre unos manejos que podrían salpicar a muchos. O a todos.
El director de Stockholm y Que Dios nos perdone ha vuelto a hacerlo. El reino es otra película magnífica con la que Rodrigo Sorogoyen ha decidido poner la mirada sobre una corrupción sistémica y bien reconocible. Aquí está ficcionada, pero viene a ser la misma que, con transcripciones literales de los interrogarios del juez Ruz a Bárcenas, nos mostró aquella obra de teatro magistral (Ruz-Barcenas) y aquella película imprescindible (B) protagonizadas nada menos que por el gran Pedro Casablanc. Aquí nuestro héroe corrupto está encarnado por ese actor impresionante llamado Antonio de la Torre que ya no interpretará nunca a ningún personaje que no convierta en inolvidable. A su lado están también magníficos todos los demás, pero especialmente el maestro José María Pou, en el papel del patriarca de ese reino, y la siempre cautivadora Bárbara Lennie que está estupenda en toda la película pero que, con ese magnífico careo final televisado con Antonio de la Torre, parece querer recordarnos lo sublime que fue su duelo teatral con Israel Elejalde en aquella extraordinaria obra que fue La clausura del amor del gran Pascal Rambert. El reino ya sería cine del bueno, impecable y exportable, aunque solo fuera una ficción. Pero a pesar de que Sorogoyen toma precauciones y se cuida de que las referencias a las tramas peperas nunca sean expresas, su película es todo un retrato de las mayores vergüenzas de los últimos años en este país. Incluso se permite pequeños ajustes de cuentas (como el del trasunto de Ana Pastor en la última escena de Bárbara Lennie) que también se agradecen. Así que, otra vez, uno solo desea que la película tenga tanto éxito como merece y que su director pueda hacer muy pronto la siguiente.