31 de agosto de 2020. Cines Los Prados, Oviedo.
Rosa es muy amable y servicial. En la empresa en la que trabaja como modista. Con la hija que malvive en Inglaterra con dos bebés. Con el hermano separado y los sobrinos a los que ella atiende. Con la hermana que tiene un trabajo mejor que el suyo pero abusa del alcohol. Con el padre que no se ha adaptado a su reciente viudedad y ahora quiere vivir con ella. Hasta con la amiga que le deja su gato y con la vecina que le pide que le riegue las plantas. Pero un día decide acabar con todo eso y volver a Benicasin para abrir la tienda de corte y confección que tenía su madre. Y también para casarse. Así que los ha invitado a una boda muy especial. La que celebrará con ella misma para comprometerse a que se querrá y se respetará siempre y por encima de todo.
El preámbulo onírico en el que Rosa corre por las calles valencianas y acaba llegando a la playa es ya una magnífica síntesis de esta historia de una mujer superada que decide dejar de vivir para los demás y empezar a quererse. Icíar Bollaín ha decidido que su película sea luminosa, alegre y levantina. Así que le va estupendamente ese tono de comedia edificante con aliento neorrealista. Su película se sitúa en ese difícil lugar entre la comedia familiar con enredos berlanguianos y la reivindicación de un amor propio que no reniega de las bodas siempre que sean solipsistas y un puntito feministas. En su apuesta había riesgo pero jugaba sobre seguro con un elenco tan formidable y con registros tan atinados como los que ofrecen Sergi López, Nathalie Poza, Paula Usero y Ramón Barea componiendo los personajes de esta familia que, sin saberlo, orbita en torno a Rosa, ese mujer buena y decidida que borda, como era de esperar, una Candela Peña soberbia.