martes, 8 de julio de 2025

Morlaix

de Jaime Rosales. Francia, 2025. 124.
8 de julio de 2025. Cines Van Dyck, Salamanca. V.O.S.

Gwen acaba de perder a su madre. Ella estudia bachillerato en Morlaix, pero quiere irse fuera, quizá a París. Justo lo contrario de Jean-Luc, un joven parisino que acaba de llegar y piensa quedarse. Entre los dos surge una atracción indefinida cuyo desenlace marcará a Gwen para siempre. Uno de esos días van con algunos compañeros a ver una película. Se titula Morlaix y luego la comentan.
 
El duelo, el amor, la juventud, la muerte, el futuro, la intensidad del presente, la relación con la ciudad. Son algunos de los temas que Jaime Rosales trata con maestría en esta joya tan rohmeriana como metafílmica. Filmada en 16 y 35 milímetros, en color y en blanco y negro, con paisajes que buscan las miradas y personajes con mirada distraída. Todo con la misma naturalidad con que Rosales entrevera el movimiento de la vida que el cine capta con las imágenes fijas que la memoria destila. En Morlaix hay cine dentro del cine, jóvenes viviendo y hablando y después adultos evocando. Quizá sea una de las películas conceptualmente más ambiciosas y logradas de Jaime Rosales, pero tan diferente, contenida y cautivadora como el resto de su obra (Las horas del día, La soledad, Tiro en la cabeza, Sueño y silencio, Hermosa juventud, Petra o Girasoles silvestres). Entrando dos veces en la sala oscura a la que Rosales nos lleva en Morlaix uno siente, de nuevo, la fascinación especular de este arte que tanto da que pensar sobre la propia vida. La de aquel presente pretérito que, de algún modo, seguimos habitando y la de esta otra edad en que en una magnífica sala de Salamanca nos sentimos también en otra de la Bretaña. Quizá por eso, al final de la película me he acordado del final de Cerrar los ojos. Y hasta me ha parecido ver en esa sala francesa a un tipo con gafas que miraba el reloj y se parecía a Boyero. Quizá Rosales no pensó en él, pero es lo que tiene este arte especular, que el espectador también retrata, o se retrata, cuando la obra le permite estar tan bien dentro de ella.