6 de junio de 2014. Cines Van Dyck, Salamanca.
Enrico Oliveri es el líder gris de un partido italiano que se hunde en la oposición. Un día decide desaparecer y se va a París, a casa de una antigua novia que ahora vive con un director de cine. Su colaborador más cercano consigue que, sin que nadie lo sepa, lo sustituya provisionalmente Giovanni, su hermano gemelo que acaba de salir de un hospital psiquiátrico. Pero Giovanni no se limita a interpretar el papel de Enrico. Con sus gestos sorprendentes y sus geniales declaraciones demuestra que otra política es posible.
Tres películas en una. Y las tres magníficas. La que permite disfrutar de una estupenda ración doble de Toni Servillo, el inolvidable Jep Gambardella de La gran belleza. La que parece un cuento ilusionante en el que los partidos tradicionales (de izquierda) retoman su rumbo y devuelven la esperanza a la gente. Y la que enfrenta dos maneras de llegar a la madurez y dos formas de entender la vida. En la tercera, el confortable exilio vital en París ofrece además interesantes digresiones sobre la relación entre el cine y la política (con recuerdo a Fellini incluido). La segunda responde en clave propositiva a la hilarante descripción de la política que acaba de hacer Tavernier en sus Crónicas diplomáticas. Y la primera demuestra que este Toni Servillo maduro ya es uno de los más grandes actores clásicos italianos, esos que hipnotizan a la cámara sonriendo, estando serios o simplemente mirando de lado. Roberto Andò nos hace este regalo triple que hasta en el título demuestra lo que puede dar de si el buen cine italiano.