25 de septiembre de 2014. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Paulo de Figueiredo cuenta su vida. De soldado, de mercenario y de asesino. Desde la guerra colonial en Angola hasta la guerra sucia con los GAL. Fundidos en negro numerados van pautando sus testimonios frontales ante una cámara que no le intimida.
Como Claude Lanzmann con Benjamin Murmelstein en El último de los injustos, Salomé Lamas ha tenido que generar un ambiente en el que el malo de la película se sintiera cómodo para contar su historia. Pero, a diferencia del veterano francés, ella ha preferido quedarse fuera. Sustituir sus preguntas e indicaciones por esos cortes a negro que nos dejan a solas con tan incómodo personaje. Un individuo sobre el que también nos deja algunas dudas acerca de la verdad de su relato y su identidad. Todo parece verosímil, pero nada más. La memoria biográfica de este canalla (o farsante) sirve para que pensemos sobre nuestra propia memoria histórica y sus simulacros. Sobre aquellos años ochenta en que no tantos defendíamos que no todo valía contra ETA. Y sobre aquellos años noventa en que contra el PSOE sí parecía que valía todo. Especialmente el GAL. Pero más por las derivas corruptas de los fondos reservados que por su finalidad criminal. Tras la proyección, Iván Villarmea enmarcó la película en la historia reciente del cine portugués sobre memoria e identidad. Lo hizo en la presentación del libro Jugar con la memoria: El cine portugués en el siglo XXI, editado por la revista digital A cuarta parede. Su exposición fue tan interesante que no pude resistir la tentación de comprarlo. Así que ha sido una buena noche cinéfila la de hoy en el Niemeyer.