26 de septiembre de 2014. Parqueastur, Corvera.
Dos policías son enviados a investigar la desaparición de dos adolescentes en un pueblo marismeño. Pronto descubrirán que no han sido las primeras.
En Todos tenemos un plan Ana Piterbarg hacía particularmente inquietante el hermosísimo Delta de Tigre. En Mud Jeff Nichols hacia lo mismo con el Mississippi. Ahora Alberto Rodríguez encuentra en el Guadalquivir el espacio perfecto para una investigación policial que nos devuelve a la intrahistoria rural de la España de 1980. En las tres películas el paisaje es casi tan importante como los personajes. Y Alberto Rodríguez sabe aprovechar al máximo el que ha elegido con planos cenitales tan hermosos como los que acompañan los títulos de crédito iniciales o el que cierra la escena del cementerio. La isla mínima también comparte con aquellas películas unos personajes de psicología fluvial. Seres que desembocan en el presente desde afluentes que solo intuimos por algunos sedimentos en su carácter. Javier Gutiérrez está magnífico como policia de pasado turbio y futuro dudoso. Con su impresionante registro drámatico en Los Macbez ya había demostrado que es mucho más que el Satur de Águila Roja. Así que el premio al mejor actor que acaba de darle el Festival de San Sebastián por esta película es más que merecido. Pero también están impecables Raúl Arevalo (en el papel del otro policia) y todos los demás: Antonio de la Torre, Nerea Barros, Jesús Castro, Manolo Solo... En La isla mínima el relato principal no es más importante que esas subtramas de las que el espectador casi intuye más que los propios personajes. Es, por tanto, un espléndido thriller fluvial que vuelve a demostrar el buen hacer de Alberto Rodríguez, el director de películas tan buenas y tan distintas como Grupo 7 o El traje.