31 de octubre de 2014. Cines Centro, Gijón. V.O.S.
Aydin es un hombre acomodado y culto que vive retirado en Capadocia con su mujer y su hermana. De joven fue actor y ahora dirige un pequeño hotel con encanto. La atención a los huéspedes, los artículos que redacta para un periódico de la zona y la idea de escribir un libro sobre la historia del teatro turco van ocupando su tiempo. Pero el distanciamiento con su joven mujer y la mala relación con su hermana divorciada son cada vez más evidentes. Un incidente con el hijo del inquilino de una de las propiedades que heredó de su padre y la disputa con su mujer por sus actividades filantrópicas harán que la culpa y la compasión también estén presentes en esta hermosísima historia sobre interiores existenciales.
Tres horas y cuarto de cine mayúsculo. Una historia chejoviana en la bellísima Capadocia nevada. La fotografía, la iluminación y los encuadres interiores hacen que esta inmensa película resulte siempre subyugante. Pero la cadencia con que Nuri Bilge Ceylan va construyendo la historia de esas vidas varadas, el cruce y las simetrías de los reproches entre los personajes y el acierto con que la parsimonia narrativa genera un distrute sosegado y creciente hacen de esta película una delicia para paladares cinematográficos sensibles a la contención narrativa. Los largos diálogos bilaterales (entre la esposa y la cuñada, entre él y su hermana, entre él y su esposa...) y algunas escenas más corales (la reunión filantrópica, el diálogo alcoholizado en casa del amigo, la llegada de la mujer a la casa del inquilino...) tienen una teatralidad y una hondura psicológica impresionantes. La percepción que uno tiene sobre los personajes y la sintonía que establece con alguno de ellos van variando a lo largo de la película (hasta la escena de la reunión filantrópica me reconozco más cerca de Aydin que de su mujer, pero a partir de ese momento noto el giro en mi apreciación sobre ambos). También es destacable la relevancia que van teniendo los personajes periféricos y el contrapunto que suponen algunos de ellos (los dos hermanos inquilinos en la magnífica escena en que la mujer los visita, el viajero que escribe un libro pero sabe vivir el presente...) Intuyo también que todo esto será percibido de modo muy distinto según la edad y el momento vital de cada espectador. Por eso me parece que Nuri Bilge Ceylan, el director turco que tanto me había impresionado con Tres monos y Érase una vez en Anatolia, merece entrar, con esta película, en el olimpo de esos cineastas que crean obras imprescindibles.