31 de enero de 2015. Cines Los Prados, Oviedo.
Lou Bloom busca en Los Ángeles un trabajo en el que prosperar. Y lo encuentra grabando imágenes truculentas para la televisión. Cada noche rastrea desde su coche los canales de la policia y consigue llegar el primero a donde ha ocurrido un accidente o se ha cometido un crimen. Así consigue los planos más impactantes para los noticiarios matinales. Su afán no tiene límites. Ni escrúpulos morales con tal de conseguir ese tipo de imágenes que atrapan al espectador cuando se le advierte de que pueden herir su sensibilidad.
Las primeras imágenes de la ciudad nocturna mientras aparecen los títulos de crédito evidencian lo importantes que son para Dan Gilroy los encuadres elegantes. Igual que para su personaje, esa suerte de vampiro mediático que se acerca a las víctimas para atrapar la dosis de sangre televisada que el público demanda. La magnífica interpretación de Jake Gyllenhaal construye un personaje de docilidad y labia especialmente inquietantes porque parecen sinceras. Como su ambición y su fidelidad a ese discurso de los emprendedores que tanto éxito tiene en las escuelas de negocios y que tan querido resulta para la derecha (pseudo)liberal. Dan Gilroy no solo dirige una película magnífica con lecturas escalables y especulares, también es el autor de un guión espléndido en el que el lenguaje empresarial de este reportero sin escrúpulos revela y parodia una forma de entender la vida profesional en la que es lo mismo comerciar con imágenes que con chatarra. Nightcrawler es cine grande. Ese que fascina al espectador con imágenes y palabras que le incitan a pensar. Justo lo contrario de lo que hacen esas antenas nocturnas del bello plano final.