30 de enero de 2015. Cines Van Dyck, Salamanca.
Una madre busca en lo sobrenatural el milagro para su hijo enfermo y descubre que tiene poderes para curar a otros. Un cetrero busca a su madre por encargo de una periodista y la encuentra practicando esos poderes en territorios helados. Veinte años separan la búsqueda de la madre y la del hijo. Son los que han pasado desde el terrible accidente en que el cetrero perdió a su hermano enfermo cuando los dos eran niños. Desde entonces la madre y el hijo viven en mundos separados por la culpa y el dolor.
Los paisajes y a veces los gestos son lo mejor de una película sobre personajes torturados por los recuerdos. Son dos historias. Una en el pasado, con la madre y los dos niños antes del desastre. Y otra en el presente, con el hijo buscándola en un mundo helado. Lo natural y lo sobrenatural tienen mucha importancia y, como los halcones del cetrero, parecen sobrevolar toda la historia. Sin embargo, la película no me acaba de emocionar. La veo con gusto y disfruto con las imágenes, pero ese hielo abrasador no me perturba como pretende la directora de La teta y la Luna.