1 de abril de 2015. Cines Centro, Gijón. V.O.S.
Un hombre se ha suicidado. Su hija deambula desnuda y herida. Lo que ha ocurrido parece tener relación con la crítica situación de la empresa familiar y con un tal Laporte. El capitán de un carguero recibe una llamada de su hermana para que regrese a París y les ayude. Él se instala en el edificio donde vive la amante de Laporte e intenta entender lo que le ha pasado a su sobrina.
Cuando en la sala oscura uno lucha contra el párpado una de las cosas que suceden es que las escenas pierden continuidad. Entramos de repente en algunas y otras no las vemos terminar. La somnolencia produce la impresión de un cine fragmentario en el que se entienden cosas de la trama pero otras parecen hilos desconectados. Si Claire Denis quisiera mostrar a un espectador lúcido los efectos del sueño en la percepción del cine no lo podría haber hecho mejor. Pero no creo que haya querido plantear un experimento así. Como tampoco parece que se trate de fallos de montaje o de continuidad (eso que llaman script o raccord) habrá que suponer que será cierta voluntad de estilo. Pero entre la oscuridad de la película y la de la proyección ni siquiera la presencia del estupendo Vincent Lindon consigue salvar esta confusa historia de truculencias pretendidamente oscuras.