7 de abril de 2015. Casa de la Cultura, Avilés.
2005. Un político vasco dialoga en Francia con dirigentes de ETA. Vemos los encuentros en la mesa de negociación, pero lo más interesante es lo que sucede fuera de ella.
El representante del gobierno se llama Manu Aranguren (pero viene a ser Jesús Eguiguren). Jokin y Patxi son los etarras (pero son trasuntos de Josu Ternera y Thierry). Se ficcionan aquellas negociaciones que no terminaron bien, pero que supusieron el comienzo del fin. A Ramón Barea lo vimos en agosto en Avilés encarnando un San Agustín memorable. Ahora está magnífico como este político socialista que se las ve con ese Thierry impulsivo bien construido por Carlos Areces. Borja Cobeaga pone el acento en la periferia de aquellos encuentros para mostrar momentos que incluso pudieron ser hilarantes. Se suma, por tanto, a nuevas miradas como la de Aitor Merino y Amaia Merino en Asier eta biok acerca de un tema que, hasta hace poco, el cine no parecía tener derecho a tratar (Tiro en la cabeza de Jaime Rosales no fue tan bien recibido como merecía y Julio Medem sufrió lo suyo por La pelota vasca). El desliz con la intérprete y la escena con la prostituta están de más al tratarse de un personaje y una historia que no son realmente de ficción. Pero en general Negociador consigue mantenerse en un medido equilibrio entre la cuasicomedia que a veces parece y la seriedad del tema que trata. Diez años después ya nos hemos acostumbrado a vivir sin aquella violencia terrible que durante décadas sufrió este país. Pero nos han quedado lastres tan deplorables como considerar que la de víctima es una condición y no una circunstancia o que el código penal de un país decente pueda incluir expresiones como prisión permanente revisable. Ojalá que el cine nos ayude a superar algún día todo lo malo que nos dejó el terrorismo. Todo.