4 de agosto de 2015. Teatro Cervantes, Béjar. XIX Semana de Cine Español.
El cine (español) en las nuevas encrucijadas. La de la digitalización de las salas, la de la desaparición de los cines del centro de las ciudades, la de la atomización de las pantallas... Una coyuntura que interpretan muy lúcidamente directores, productores, distribuidores y exhibidores. Y que se complementa con la épica de esas sábanas blancas que algunos héroes siguen llevando a las plazas de los pueblos.
Un año más coincidimos con esta Semana de Cine Español de Béjar que está a punto de cumplir ya dos décadas. Ayer se proyectó Todos están muertos de Beatriz Sanchís (la habíamos visto en diciembre en la Filmoteca de Cataluña) y hoy ha venido Mariela Artiles al Teatro Cervantes para presentar y comentar este estupendo documental que es un buen diagnóstico de la situación del cine en España (mucho peor que la situación -creativa- del cine español). Hay tanta sensatez en las declaraciones que este documental se convierte en un verdadero libro blanco sobre los problemas de nuestro cine. Pero no es solo eso. Los fundidos en blanco y las imágenes de ese héroe de Peñaranda de Bracamonte (que, además de mantener abierto su cine, lleva en su camioneta películas a los pueblos) hacen de este documental bastante más que una serie de excelentes testimonios. En el coloquio pensaba en la suerte que tienen aquí. Los Multicines de Béjar y los Van Dyck de Salamanca siguen abiertos haciendo que el público palomitero tenga en la sala de al lado las películas con las que disfrutan los (otros) cinéfilos. Tras el cierre hace tres semanas de los Cines Centro de Gijón ya no tenemos en Asturias salas de cine dentro de nuestras ciudades. Todas están ya en centros comerciales y ofrecen pocas excepciones a la carroña continua que suministra la industria norteamericana. En Asturias, y sobre todo en la comarca de Avilés, se sigue proyectando mucho buen cine español, latinoamericano y europeo. Pero hay que buscarlo en los centros culturales o en los festivales y eventos cinéfilos (como este). Y eso supone una dramática escisión de los públicos que, por suerte para ellos, no sufren los salmantinos.