1 de agosto de 2015. Cines Parqueastur, Corvera.
Adaline tiene veintinueve años. Desde hace ocho décadas. Un extraño accidente en los años treinta la condenó a no envejecer. Desde entonces cambia de nombre y de vida cada diez años para no comprometerse con nadie. Hasta que conoce a Ellis, un hombre con el que le gustaría envejecer.
El curioso caso de Benjamin Button es el referente obligado. El secreto de Adaline comparte con ella voz en off y querencias metafísicas para justificar el enigma de unos seres que viven con el tiempo trastocado. Pero la película de David Fincher era densa y cautivadora, mientras que la de Toland Krieger acaba escorando hacia el melodrama previsible. Situar la historia de esta Dorian Gray involuntaria en el presente y centrar sus cuitas en su último amor no parece una decisión acertada. Es verdad que recorrer el siglo con ella haría que esta historia se pareciera demasiado a la que protagonizaba Brad Pitt. Sin embargo, la comparación sigue siendo inevitable y al final El secreto de Adeline solo acaba interesando por la interpretación de la guapa Blake Lively y por volver a ver a un Harrison Ford por el que sí pasan los años.