12 de junio de 2018. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.
Un alcalde del futuro en una megalópolis japonesa decreta la expulsión de todos los perros a la isla de la basura. Allí malviven sin que nadie se ocupe de ellos. Hasta que un chico de doce años decide volar en una avioneta para buscar a su perro.
Unas imágenes de animación extraordinarias (con esa obsesión de Wes Anderson por los encuadres pluscuamperfectos que ya hacía tan fascinante El gran hotel Budapest), una historia políticamente intencionada (especialmente hoy que Pedro Sánchez ha dado una lección de solidaridad y europeísmo ofreciendo puerto y acogida a esas más de seiscientas personas rechazadas por el nuevo gobierno xenófobo italiano), un homenaje a la cultura japonesa y al propio cine (con numerosas ironías y guiños que obligan a estar pendientes no solo de esas imágenes tan deliciosas -aunque no siempre delicadas- sino también de un guión intensísimo) y, por supuesto, una bonita historia sobre perros en la que ningún animal resulta maltratado. Todo eso es la nueva película de Wes Anderson. Una maravilla.