21 de julio de 2018. Cines Ocimax, Gijón.
Una niña de doce años graba en su casa videos inquietantes (las rutinas en un baño, el envenenamiento de un hámster, una mujer que ha tomado pastillas). Tras el aparente suicidio de la madre irá a vivir a la mansión de la familia paterna. Él padre tiene ahora un hijo pequeño con otra mujer y también tiene una amante. Su tía dirige la empresa familiar. Y el abuelo tiene principios de Alzheimer y muchas ganas de suicidarse. También la niña lo intenta.
Haneke nos presenta las relaciones de esta familia de modo bastante fragmentario. Los tres videos iniciales, además de un prólogo, son una declaración de que deberá ser el espectador quien intente (y quizá no consiga) atisbar las intenciones de unos personajes que poco a poco se van definiendo. La historia no es compleja pero sí desangelada y perturbadora. Uno quiere compadecer a esos personajes a los que, sin faltarles nada, parecen afectivamente maltrechos. Pero intuye que, además de una historia de intimidades tristes, Haneke está haciendo un retrato más sintomático. De hecho, el agujero existencial al que los personajes se asoman está bien simbolizado por ese inmenso hueco excavado por la constructora familiar cuyos bordes se desmoronan. La familia vive en Calais, no lejos de ese túnel en el que casi termina Europa y que explica la presencia de esos inmigrantes que en dos escenas magníficas (la segunda parece un homenaje a Buñuel) hacen de contrapunto de esta familia burguesa. Para este irónico Happy End, que parece hablarnos de eutanasias y suicidios no solo personales, Michael Haneke cuenta con las magníficas interpretaciones de una jovencísima Fantine Harduin, de Isabelle Huppert y sobre todo de un Jean-Louis Trintignant extraordinario (seguramente en su último trabajo). En la magnífica escena de la conversación con la niña su personaje conecta esta historia con la de Amor. Así que Happy End resulta una película inquietante, emotiva, desangelada, compleja, simple, luminosa, sombría, humana y pesimista. Un Haneke distinto. Pero también puro Haneke.