de Pedro Costa, Manoel de Oliveira, Víctor Erice y Aki Kaurismäki. Portugal, 2012. 80’.
12 de marzo de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
12 de marzo de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
La capitalidad europea de la cultura de Guimarães en 2012 es el motivo que reunió a cuatro directores para filmar allí cuatro cortometrajes: O tasqueiro de Aki Kaurismäki (un día en la vida del dueño de una tasca al que las cosas no le van bien), Sweet exorcist de Pedro Costa (una opresiva extravagancia entre psiquiátrica y onírica con la Revolución de los Claveles al fondo), Cristales rotos de Víctor Erice (un cautivador documento sobre el tiempo y la memoria con testimonios de los trabajadores de una fábrica de hilado que cerró en 2002 tras siglo y medio de historia) y El conquistador conquistado de Manoel de Oliveira (una pequeña ironía del veteranísimo director sobre el turismo en los lugares históricos)
Los Cristales rotos de Erice son el verdadero Centro histórico de esta película. Otra joya de este genio español que hace tiempo que no hace largometrajes pero que nos ha regalado piezas mayores de duración menor como La morte rouge (una reflexión autobiográfica absolutamente imprescindible sobre la memoria, el tiempo y el cine), Alumbramiento (la cautivadora historia de diez minutos verpertinos en una aldea asturiana), o esas cartas filmadas que intercambió con Abbas Kairostami por encargo del CCCB y el Centro Pompidou que pudimos ver en Barcelona en 2011 en aquella otra magnífica iniciativa que fue Todas las cartas. De Erice me gusta hasta su forma de hablar. Quien no lo haya visto, debería buscar en Internet las imágenes del relato que hizo para el programa "Versión Española" de RTVE de lo que pudo haber sido la segunda parte de El Sur con fotografías que iba sacando de una caja. Para mi también fue inolvidable aquella noche de noviembre en 2010 en que vino al Festival de Gijón y, tras la proyección del documental de Alain Bergala Víctor Erice: Paris-Madrid allers-retours, nos habló sobre su manera de entender el cine. Uno de los mayores méritos de estos Cristales rotos es precisamente ese, la forma en que consigue que los trabajadores hablen. Frente a la cámara y frente a esa impresionante fotografía desde la que parecen contemplarnos quienes trabajaban hace un siglo en esa misma fábrica. Cristales rotos es poesía cinematográfica militante en la que se reivindica la nobleza de unas vidas capaces de expresar, con toda la belleza que da la sinceridad, palabras mayores sobre la condición humana. Palabras de gente que sabe de lo que habla. Porque habla de lo que sabe. Del trabajo y de la vida. Como Víctor Erice con su cámara.