4 de junio de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
Un joven pasa hambre en la ciudad. Es un contratenor que vive solo con su canario y no tiene nada que llevarse a la boca. Si acaso el alpiste que los dos comparten, un par de higos del patio y su propio semen. Las cosas se ponen aún peor cuando lo desahucian y acaba en la calle. Solo con su canario.
Seguimos cámara en nuca a este joven de voz preciosa. Solo él aparece enfocado. La ciudad (¿Atenas?) queda desdibujada. No se explica por qué es tan extrema su soledad. Ni tan irremediable su inanición. Es un desahuciado y un desquiciado. Pero no queda claro cuál es la causa y cuál el efecto. Como testimonio crítico sobre las aterradoras consecuencias de las políticas de austeridad en los países del sur le falta verosimilitud para parecerse a obras mayores como El triste olor de la carne, Edificio España o la recién estrenada Hermosa juventud. Como ensayo solipsista con ambiciones existenciales resulta más aceptable. Pero se queda en un terreno intermedio que deja la sensación de que lo mejor de esta historia es la relación entre este joven que apenas canta y su canario.