1 de octubre de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.
Shira tiene dieciocho años y quizá se case pronto con un joven que le gusta. Pero la muerte de su hermana en el parto hace que los planes de su familia cambien para ella. Y deba plantearse casarse con su cuñado.
Ortodoxa. Integrista. Primitiva. Así es la atmósfera en que viven estas mujeres judias a las que la familia, la religión y la comunidad les han fagocitado la libertad. Viven en un mundo moderno. Con coches y supermercados. Pero sus vidas se desarrollan en un ambiente agobiante que parece medieval. Muchos interiores con barbas, rizos y sombreros. Formas de vida opresivas en las que los individuos no parecen serlo. Y todo eso no como una anomalía histórica en un país avanzado, sino como señas de identidad milenarias que algunos llegan a reivindicar. Si en Israel se consideran normales esas maneras de vivir, no es de extrañar que no encuentre oposición interna la locura de ese gobierno canalla que este verano volvió a masacrar a tantos palestinos. Rama Burshtein le dedica la película a su marido. Si yo fuera él no sabría qué pensar.