2 de noviembre de 2014. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Ignasi Millet es homosexual, catalán, seropositivo, padre, independentista, empresario fracasado, escalador en Montserrat y restaurator de obras de arte. También es creativo, alegre, irónico, buen hijo, amigo de su ex mujer y muy querido por todos los que le conocen. Y por cualquiera que contemple sus conversaciones sinceras e hilarantes con todos ellos.
Ventura Pons dijo en el coloquio que la película está siendo muy bien recibida en todo el mundo. Y no me extraña. El personaje verdadero que la motiva es un verdadero personaje que enamora a la cámara y se sale de la pantalla. Tanto que esta noche solo hemos lamentado que no haya podido venir al cine del Niemeyer (hoy también lleno) para seguir disfrutando con su charla. En su lugar han acompañado al director dos meritorias activistas antisida. Es verdad que esa circunstancia de la vida de Ignasi hace que la película pueda ser vista en clave temática. Pero, como tantas personas interesantes, su perfil es mucho más poliédrico (también lo decía el propio Pons). De hecho, sus visiones de la cultura, de la familia, de la creatividad o de Cataluña ya darían para otras tantas miradas temáticas no menos relevantes. Aunque el protagonista no sea su director, Ignasi M. se encuadra en ese nuevo género cinematográfico, que yo denominaría películas selfies, en el que autorretratos naturalistas se convierten en historias cautivadoras y, por lo general, excelentes. Estoy pensando, por ejemplo, en la estupenda Gözümün Nûru de los turcos Hakki Kurtulus y Melik Saracoglu que nos encontramos la semana pasada en el festival de Valladolid. O en Stories we tell, la impresionante opera prima de la actriz Sarah Polley. Pero también en películas españolas tan interesantes como Ilusión de Daniel Castro, Asier y yo de Aitor Merino y Amaia Merino o en la magnífica Mapa de Leon Siminiani.