2 de julio de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.
Él vende ahora cosméticos ecológicos. Ella hace tiempo que dejó su carrera de cantante. Los dos pasarán unos días juntos por tierras extremeñas y castellanas. Es una pequeña gira que él ha organizado para que ella cante en librerías y bares con encanto. Y será una oportunidad para que los dos recuerden su amor adolescente.
David, Jonás y el tiempo. Sería un buen título para un ciclo sobre los últimos trabajos del tío y el sobrino en los que hay conversaciones, viajes en furgoneta, canciones que se cantan completas, garitos y librerías entrañables y también reencuentros con amores tempranos. Todos esos mimbres me encantan (especialmente los que los dos comparten con Richard Linklater, ese otro Trueba americano). Así que veo con especial agrado esta película de palabras y de paisajes. De diálogos casi rohmerianos en los que uno se siente siempre concernido y de lugares deliciosos que siento especialmente míos. Las dos primeras ciudades por las que pasan estos ruteros plácidos son Plasencia y Salamanca. Y las dos primeras librerías en las que ella canta son La Puerta de Tanhäusser y Letras Corsarias. Así que ya solo faltaba que hubieran pasado por Béjar y se tomaran una caña en La Alquitara para que sintiera que el Todas las canciones hablan de mi de Jonás o El todo me recuerda a ti de David tuvieran un significado aún más especial para mi. Casi 40 es una película apta para todas las edades en la que, además de mucha ternura, David Trueba permite que sus personajes (sobre todo él) se desquiten contra esas maneras imbéciles de vivir determinadas edades que parecen creer que no existen otras. Así que a la espera de ese ciclo sobre el tiempo y los Trueba (por ejemplo, en el Teatro Cervantes durante la Semana de Cine Español de Béjar) me dispongo a disfrutar como todos los años de esos lugares de película que tanto me gustan desde hace bastante más de cuarenta.