3 de julio de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.
Florence y Edward llegan vírgenes al matrimonio. Vemos las muchas cosas que les unen antes del día de la boda. Y vemos también ese difícil momento en el que no saben qué hacer esa noche. Su fracaso será dramático porque no tendrá retorno.
La historia previa y la jornada de la boda están bien contadas. Y es especialmente destacable la escena en la playa. Sin embargo, la película se habría quedado en poco si (como debería) terminara ahí y nos dejara imaginar el futuro de unos personajes que se nos presentan no como patéticos sino como trágicos. Ian McEwan y Dominic Cooke debieron pensar eso mismo cuando decidieron añadir los dos epílogos. El primero, con la hija de Florence comprando un disco en la tienda de Edward, aporta poco y escora hacia el tópico. Pero el segundo, con un Edward anciano llorando en el patio de butacas durante el último concierto de Florence, resulta más que prescindible. Una lástima, porque los dos actores están muy bien y el drama de ese amor asexuado podría dar para más.