5 de noviembre de 2018. Cines Parqueastur, Corvera.
Marc y Rebeca vuelven al caserío de sus antepasados. Quieren compartir y escribir la historia de algunos de ellos. Lo hacen muy cerca de un frondoso árbol lleno de ramas que se cruzan. Como sus recuerdos amorosos y los secretos de sus familias.
Otra vez los mundos poéticos de Julio Medem. Esos que entreveran amores necesarios y sensualidades memorables con imágenes poderosas y músicas intensísimas (sospecho que Lucas Vidal merecerá un Goya por esta). Son historias barrocas que no temen al exceso, que trenzan líneas narrativas complejas pero inteligibles y emotivas. En El árbol de la sangre Medem nos sitúa en el centro de la construcción del propio relato. El que va escribiendo esta pareja con un intenso pasado y un presente confuso. Recuperando vacas y paisajes vascos la película tiene el aroma del Medem más cautivador. El de La ardilla roja, Lucía y el sexo, Tierra, Los amantes del círculo polar o Habitación en Roma. Úrsula Corberó y Álvaro Cervantes están muy bien en los papeles protagonistas. Y es una gratísima sorpresa que a sus recuerdos les den vida unos secundarios de lujo como Ángela Molina, José María Pou, Emilio Gutiérrez Caba o Nawja Nimri. Al comienzo de la historia los dos amantes acuerdan dejar fuera del relato a la política. Y es que Julio Medem tiene buenos motivos para permitirse esa ironía en un país en el que se le trató tan mal por La pelota vasca. Así que la política, la buena política, está también presente como subtexto en El árbol de la sangre (hasta en el título). Por eso no me parece casual que haya vacas norteñas y toros andaluces, que esta historia de amor tenga como protagonistas a un catalán y a una vasca, que en la generación anterior haya gentes de los que ganaron la guerra y también niños que tuvieron que huir a Rusia. O que los carteles de películas que decoran la habitación alicantina sean los de Alas de mariposa (del vasco Juanma Bajo Ullóa), Pa negre (del catalán Agustí Villaronga) y Volver (del españolísimo Pedro Almodóvar). Así que muy bien por Julio Medem. Por los textos y los subtextos de esta hermosa y tremenda historia y por la coherencia de su trayectoria.