de Marcel Barrena. España, 2024. 110’.
9 de septiembre de 2024. Cines Embajadores-Foncalada, Oviedo. V.O.S.
Manolo Vital fue uno de tantos extremeños, andaluces y castellanos que levantaron con sus manos Torre Baró. O, como él dice, los que levantaron Barcelona, Cataluña y España entera. Lo que a finales de los cincuenta eran solo unas chabolas detrás de la montaña que la policía no podía tirar porque ya tenían techo a la salida del sol, se fue convirtiendo en un barrio que seguía dejado de la mano de Dios cuando llegó la democracia. Además de un líder vecinal, Manuel Vital era un diestro autobusero de la línea 47 del transporte público de Barcelona. Así que, tras muchas peticiones rechazadas para que una línea llegará a Torré Baró, un buen día de 1978 decidió subir él mismo un autobús demostrando que, además de algo necesario desde hacía mucho tiempo, también era algo posible. Al menos lo era para valientes como él que supo hacerse catalán sin olvidar nunca a su padre extremeño y a aquellos otros que, como el gallo negro de la canción, lo mataron en 1936. El de Manuel fue un gesto ejemplar y valiente. Como el del gallo rojo de
Chicho Sánchez Ferlosio.
Qué puedo decir. Conocía esta historia desde hace muchos años, así que hoy la emoción ha sido hasta la lágrima. Sintonía completa. Eduard Fernández y Marcel Barrena ya lo consiguieron con
Mediterráneo (tan de actualidad de nuevo en estos tiempos en que los canallas llaman "menas" a los niños y "migrantes" a los que llegan en pateras, como si al quitarles la vocal inicial pudieran suprimir también su voz, su origen y su anhelo para que nos parezcan consonantes y casi naturales sus naufragios). Pero recordando ahora, gracias a Eduard y a Marcel, a este héroe español alzado del suelo (que sería algo mayor que mi padre) recibimos toda una lección de dignidad, de conocimiento y de buen hacer tanto en la vida como en el cine. Viendo
El 47 no podía dejar de pensar en los sádicos del mundo y en esos otros malvados que generan y alimentan la banalidad del mal. Y también en los que contemplan todo eso como si no pudiera ni debiera hacerse nada. Hablo sobre todo de Gaza y de Canarias, pero también de los institutos y de tantas instituciones parasitadas por esas gentes. Frente a aquellos y frente a estos, Manuel Vital, junto con su mujer, su hija y sus vecinos, nos vuelven a dar una lección de valentía y de dignidad. Y también de convivencia entre las tierras y las lenguas. Aunque no me extrañaría que algún distribuidor o exhibidor estuviera dispuesto a masacrar esta película doblándola (o, simplemente, no proyectándola), estoy convencido que este país es mucho mejor (i aquest país és molt millor) con el entreveramiento enamorado de las palabras de quienes, sin renuncias, sienten como suyos el catalán y el castellano. Pero, más allá de esto, que debería ser ya resabido, conviene que, como Manuel Vital nos muestra, no olvidemos lo que cantaba Sánchez Ferlosio: "Se encontraron en la arena los dos gallos frente a frente. El gallo negro era grande. Pero el rojo era valiente". Nos falta valentía. Mucha valentía todavía.