2 de octubre de 2016. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Un antropólogo regresa a Francia después de muchos años fuera. La aclaración sobre la existencia de otra persona con su misma identidad en Australia le hace evocar tres recuerdos lejanos: el de una infancia amarga, el de un viaje de estudios a la URSS y el de un intenso amor de juventud que marcó su vida.
El tercer recuerdo es el mejor. Y el que se desarrolla con más detalle en la película. A su lado, las otras dos evocaciones casi estorban. Como también lo hace ese comienzo en el que parece que la película va a ir por los derroteros propios del cine de espías. La historia de amor principal, tan bien contextualizada en los ochenta franceses, podría recordar a Las ventajas de ser un marginado de Stephen Chbosky o al magnífico regreso del último Linklater a la edad universitaria. Pero Linklater tiene mucho más claro que Desplechin lo que nos quiere contar y cómo hacerlo. Seguramente los dos están hablando de su pasado, pero el de Todos queremos algo es más compartible que estos Tres recuerdos de mi juventud.