de Marcel Barrena. España, 2021. 100’.
1 de octubre de 2021. Cines Parqueastur, Corvera.
A veces hay que presentar la realidad de forma ficcionada para que se comprenda. Maixabel y Mediterráneo son buena prueba de ello. El riesgo de las películas que tratan temas como estos es muy grande. Porque es difícil hacerlo bien y porque hacerlo mal perjudica no solo a la película sino a la causa que se defiende. Pero Icíar Bollaín y Marcel Barrena han asumido y superado con mucho éxito esos riesgos. Sus películas serían cine mayúsculo aunque las historias que cuentan no tuvieran nada que ver con la realidad. Por eso son tan conmovedores los nudos en la garganta que las dos provocan sin abusar nunca del efectismo, sin caer en el panfleto y construyendo unas relatos muy potentes que, además, tienen el valor añadido de basarse en hechos reales. Los devotos de Eduard Fernández (y Sergi López) disfrutamos lo indecible con el brío con que los dos encarnan esos papeles tan heroicos. Pero también da gusto ver a Anna Castillo y Dani Rovira y a los actores griegos. Y también a los refugiados que han colaborado en esta película trepidante que resulta muy entretenida para cualquier público. Pero Mediterráneo es también la reivindicación de que los individuos tenemos responsabilidades en la historia. En nuestra pequeña historia cotidiana y a veces también en la que afecta a muchos otros. Òscar Camps lo tuvo claro y así nació Proactiva Open Arms, una ONG que solo tiene un defecto: el nombre. Además de lo mal que concuerdan la maravillosa primera palabra con las otras dos, uno piensa que el inglés no merece que para tantos miles de refugiados esas dos palabras signifiquen para siempre lo mismo que ángel de la guarda. Brazos abiertos, braços oberts o abraçades tendrían la ventaja de no usar la lengua en la que se deciden tantas guerras. Pero el barco de Òscar Camps también podría llamarse muy merecidamente Mare nostrum o simplemente Mediterráneo. Como esta hermosa película.