de Jean-Claude Lauzon. Canadá, 1992. 107’.
8 de julio de 2025. Cines Van Dyck, Salamanca. V.O.S.
Léo Lauzon es un niño con una vida muy difícil en un barrio sórdido de Montreal. Su familia está asediada por la locura, pero él se siente a salvo porque cuando sueña no lo está. Y eso es lo que hace mientras lee y escribe, ponerse a salvo de la locura. Así imagina que él no pertenece a esa familia. Que es italiano y se llama Léolo.
El tambor de hojalata de Volker Schlöndorff, Delicatessen de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro y Léolo de Jean-Claude Lauzon. No sé por qué, pero esta tarde en los Van Dyck he encontrado motivos para pensar en esta posible trilogía de la pesadumbre del último cuarto del siglo pasado. Léolo es tan magnética como terrible. Su fotografía hace atractivo lo repulsivo. Igual que el relato con el que nos va guiando ese Quijote que hace de albacea de los escritos del niño. Y también esa banda sonora magistral que enfatiza la belleza que pervive en el horror. Más de treinta años después, a Léolo seguramente se le nota la primacía de la mirada masculina, plantear que el inglés sea la lengua de la barbarie o presentar a la infancia y la locura de una forma que hoy sorprendería mucho más que entonces. Pero como el realismo mágico, Léolo sigue resultando fascinante.