sábado, 29 de julio de 2017

Dunkerque

de Christopher Nolan. EE.UU., 2017. 107.
29 de julio de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

En 1940 cientos de miles de soldados británicos y franceses quedaron aislados en las playas de Dunkerque. Para rescatarlos se usaron todos los medios, hasta pequeñas embarcaciones de los pueblos costeros ingleses. Asistimos a aquellos días cruciales desde la perspectiva de algunos personajes que podrían haberlos vivido: un soldado francés que se une a los británicos para huir, un mando de la marina que dirige la evacuación resistiéndose a la impotencia, un piloto que protege a los barcos enfrentándose a los aviones alemanes hasta quedar sin combustible, un ciudadano inglés que navega por el canal con su hijo y un amigo para traer de vuelta a todos los soldados que puedan. Historias parcialmente cruzadas que pudieron suceder en Dunkerque.

Como hiciera Steven Spielberg en Salvar al soldado Ryan, Christopher Nolan nos mete de lleno en la terrible experiencia de una guerra. Y lo hace con la potencia de unas imágenes y unos sonidos sobrecogedores. En Dunkerque los personajes apenas hablan porque poco hay que decir cuando se está viviendo algo como aquello. Una experiencia terrible que Nolan nos muestra por tierra, mar y aire. En la tierra (o en la arena) al comienzo de la película seguimos al soldado francés con una cámara subjetiva que no puede ser más inmersiva. Desde el aire vemos las hazañas de los aviadores y también el panorama cenital de un drama de dimensiones inconcebibles. Y en el mar sufrimos la incertidumbre y el miedo de esos miles de soldados a la deriva para los que cualquier cosa que flota podría ser la salvación pero también el blanco de la siguiente bomba. Sin embargo, a pesar de la verdad y la dureza que contienen las imágenes y los sonidos de esta película extraordinaria, Nolan tiene el cuidado de no recrearse en la truculencia, de no falsificar el dramatismo de lo que muestra llenando la pantalla de sangre o mutilaciones, algo muy frecuente en otras películas que toman la excusa de la guerra para saciar al espectador de experiencias viscerales. Nolan sabe equilibrar el heroismo y el drama, la finura de los dilemas éticos que nos presenta con la intuición sobre el papel crucial que este episodio pudo tener en el desarrollo de la guerra. Así que, justo después de ver una película tan magnífica como Su mejor historia de  Lone Scherfig, volvemos a tener a Dunkerque como tema central de otra. Y la firma un director que, tras Origen e Interstellar, ya no tiene que demostrar su enorme capacidad para construir historias descomunales.  Con Dunkerque Christopher Nolan ha aportado a la historia del cine una obra mayor sobre la guerra. Y lo ha hecho sabiendo combinar muy honestamente la tensión, la emoción y la ética en una película formalmente impecable.

martes, 18 de julio de 2017

Su mejor historia

de Lone Scherfig. Reino Unido, 2016. 117’.
18 de julio de 2017. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Autenticidad y optimismo. Esas son las claves de la película patriótica que deben preparar unos guionistas británicos en medio de la Segunda Guerra Mundial. Catrin Cole propone que se inspire en la historia de dos gemelas que ayudan con su barco a repatriar soldados desde Dunkerque. El proyecto avanza muy bien. Sobre todo por la complicidad con Tom Buckley, uno de los compañeros con los que está escribiendo el guión.

Una historia clásica sobre gentes que hacen cine en medio de las bombas. Así es Su mejor historia, cine dentro del cine con un guión tan eficaz y bien planteado como el de los personajes que preparan el suyo en la ficción. El cine en los cuarenta, las profesiones de ese mundo (genial la forma en que se retrata a los actores), Londres bajo los bombas, la relación angloamericana y una hermosa historia de amor, son algunos de las mimbres de una película que comienza de forma agradablemente sencilla y va creciendo en interés hasta el emotivísimo tramo final. El guión de la película ficticia se entiende maravillosamente con la que nosotros vemos, haciendo que las lágrimas finales de los espectadores londinenses de los años cuarenta se contagien a nuestras butacas y que la pantalla sirva de espejo para un homenaje al cine y a la singular comunión cívica que tiene lugar en él. No sé si Su mejor historia acabará siendo la mejor película de Lone Scherfig, pero tendrá mucho mérito si consigue hacer otra mejor.

lunes, 17 de julio de 2017

La guerra del planeta de los simios

de Matt Reeves. EE.UU., 2017. 142.
17 de julio de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

Los humanos quieren acabar con los simios en una guerra total. Así que estos necesitan salir de su reducto boscoso y encontrar alguna tierra prometida. César pretende guiarlos, pero antes quiere vengar la muerte de su mujer y de su hijo a manos de un pérfido líder estadounidense. Cuando lo encuentra está preparando una fortificación para defender a sus tropas de otros ejercitos humanos. Para ello ha creado un campo de trabajos forzados en el que los simios se ven obligados a construir un gran muro. Pero la astucia de César hará que finalmente triunfen los buenos y el planeta acabe siendo simio.

Imágenes impresionantes de paisajes y paisanajes.  Chimpancés, orangutanes y gorilas con gestos más sentidos que los de los humanos deberán luchar contra estos. Y lo harán en la arcadia boscosa de la que acabarán siendo expulsados y en el campo de concentración nevado en el que tendrán que rebelarse para merecer finalmente ese paraíso prometido con vistas a un lago al que los conducirá un Moisés simio llamado César. Pero más allá de eso, la película no me parece tan atractiva como la primera de la trilogía que se cierra justo cuando está a punto de cumplirse el medio siglo de la historia original. La guerra del planeta de los simios está hecha con muchos guiños y retales: el Kurt de Apocalypse Now, los capos de los campos de concentración nazis, los lideres negros de la causa por los derechos civiles, el comienzo de 2001 Una odisea del espacio y hasta el final de Los Croods. Pero, al margen de estos homenajes y referencias más o menos cinéfilas, la película que este verano expolia nuestras carteleras y secuestra tantas salas de proyección (igual que hacen cada diciembre las sucesivas guerras de las galaxias) es una historia tópica con un protagonista algo cargante en la que no encuentro motivos para las buenas críticas que ha recibido. Unos elogios que, desde luego, no necesita para que las empresas mayoritarias de distribución y exhibición sigan tenazmente con su labor habitual de desencefalización y uniformización de los públicos.

miércoles, 12 de julio de 2017

Llega de noche

de Trey Edward Shults. EE.UU., 2017. 97.
12 de julio de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

Una pareja y su hijo viven aislados en una gran casa en el bosque. Tras ser infectado el abuelo, los tres siguen evitando todo contacto con el exterior porque un mal desconocido ha obligado a la gente a alejarse de las ciudades. Una noche llega a la casa un hombre. Busca ayuda para su mujer y su hijo. Tras dudarlo, la familia decide acogerlos. Pero los miedos harán que las cosas se compliquen.

Salvando las distancias cinematográficas y literarias, el referente obligado de esta historia postapocaliptica es La carretera. El miedo que en la película de John Hillcoat (y en la novela de Cormac McCarthy) era nómada aquí es sedentario. Los recursos narrativos y la información que se nos aporta son mínimos para concentrar nuestra atención en lo central de la historia: la difícil convivencia entre los humanos cuando el miedo lo llena todo. El relativo protagonismo del hijo de la primera familia propone un punto de vista muy oportuno para una historia que, en general, está bien contada y que viene a confirmar que casi siempre es más temible y peligroso el propio miedo que aquello que lo motiva. Así que, aunque algunos detalles del guión podrían ser discutibles (las incineraciones en medio de ese denso bosque, los motivos de la última decisión de la segunda familia o el destino que al final tendrá la primera), Llega de noche es una película interesante que tiene el acierto de no abusar de los sustos para mantener la tensión.

martes, 11 de julio de 2017

Estados Unidos del Amor

de Tomasz Wasilewski. Polonia, 2016. 104’.
11 de julio de 2017. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Cuatro mujeres sufren por amor. Una no quiere a su marido, pero quizá sí a un cura. Otra dirige un colegio y es rechazada por un hombre que acaba de quedarse viudo y con el que tenía una relación. La tercera es una mujer madura a la que atrae una joven que fue modelo y que también sufre por la ausencia de su amor. Todas tienen alguna relación entre ellas. En la familia, en el trabajo o en el vecindario.

Áspera. Con una fotografía de colores muy fríos que será fácil que uno recuerde en blanco y negro. Así es esta historia de cuatro mujeres polacas. Los encuadres están siempre muy cuidados. Como la forma en que se nos muestran las tristísimas vidas de estas mujeres unidas por su insatisfacción amorosa. Sus historias están contextualizadas en la Polonia inmediatamente posterior a la caída del muro de Berlín, pero los dramas que de ellas se nos muestran parecen tener un calado existencial mucho mayor. Así que, siendo igual de dramático y de triste, el Tomasz Wasilewski de hoy me ha parecido mucho más contenido y con mucho mejor control del relato que el de Floating Skyscripers, aquella otra amarga película suya sobre la homoxualidad juvenil que vi hace cuatro años en la sección oficial del Festival de Gijón. Estados Unidos del Amor está muy bien interpretada (cuando las mujeres están vestidas y también cuando están desnudas) y tiene una dirección impecable que evita cualquier subrayado, ni siquiera musical. Es una historia sobre los amores no correspondidos desde un punto de vista radicalmente femenino y bastante plural.

lunes, 10 de julio de 2017

El hombre del corazón de hierro

de Cédric Jimenez. Francia, 2017. 120.
10 de julio de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

Vemos como Reinhard Heidrych va llegando a la cúspide del poder nazi. Y vemos también cómo se preparó el atentado que en 1942 acabó en Praga con la vida de quien diseño el plan para el exterminio judío.

Dos por uno. Una primera parte sobre el ascenso al poder de aquel canalla. Y una segunda sobre la forma en que la resistencia checa preparó su asesinato. En la primera parte destaca la forma en que asistimos desde muy cerca a la intimidad del poder nazi, a su parafernalia estética y al horror de algunos de sus crímenes. En la segunda parece que estamos en otra película y el protagonista inicial deja de serlo en favor de los dos paracaidistas que llegan desde Londres con la misión de acabar con él. Su muerte desencadenó la furia de los nazis que, en venganza, arrasaron e hicieron desaparecer Lidice, un pueblo checo cuyo nombre se ha convertido en símbolo de aquel tiempo terrible. El hombre del corazón de hierro resulta, por tanto, un interesante testimonio de aquellos hechos, pero se hace extraña por la forma en que se muestran sucesivamente las dos historias.

domingo, 9 de julio de 2017

Baby driver

de Edgar Wright. Reino Unido, 2017. 115.
9 de julio de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

La vida tiene banda sonora para Baby. Especialmente cuando trabaja de conductor para unos atracadores. Tras saldar una deuda lejana quiere empezar una nueva vida con la chica que acaba de conocer. Pero el capo lo presiona y tendrá que conducir para ellos una vez más.

Baby driver es casi un musical. Desde la magnífica primera escena, todo lo que sucede está impecablemente armonizado con la banda sonora que este conductor medio autista pone a todo lo que hace. La historia de la madre cantante que murió en un accidente y la del amor con la chica del bar añaden un contrapunto romántico a esta estupenda película de delincuentes que atracan y coches que derrapan. El ritmo es frenético y no hay un minuto desperdiciado en esta entretenidísima historia que confirma el buen pulso narrativo de Edgar Wright. De él vimos hace tres años en la plaza del Niemeyer The World's End, una historia también trepidante y con derivas fantásticas. Así que, tras estas dos películas, ya sé que merece la pena ver todo lo que haga este director meticuloso que sabe hacer buen cine además de entretener.

lunes, 3 de julio de 2017

Aurora (jamais contente)

de Emilie Deleuze. Francia, 2016. 90’.
3 de julio de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.

Aurora tiene trece años y repite curso. Vemos junto a ella sus relaciones escolares y periescolares. También las familiares. Para la mayoría la chica resulta insoportable. Y se comprende.

Viendo su cine, me temo que Francia tiene un problema con su adolescencia. Pero no con lo que les pasa a sus chicos, sino con la forma en que los adultos los perciben. Algo parecido a lo que sucede con esta Aurora, a la que no vemos como adolescente sino como la percepción (adulta) de una adolescencia. Y lo que le pasa a Aurora es que si en vez de un personaje fuera una persona sería simplemente detestable. Y no a sus trece años o por sus trece años (esa quizá sea la tesis de la película) sino porque es así. A veces olvidamos que los adultos desagradables seguramente no se han hecho en cuatro días sino que quizá también lo fueron en el instituto y hasta en la escuela. A mi algunos ya me lo parecían entonces y estoy seguro de que Aurora sería uno de ellos y que tampoco me caería nada bien cuando se hiciera mayor. Por si fueran pocos sus defectos, esta película exasperante (que contribuirá muy poco a incrementar la natalidad francesa) termina de forma ñoña con un pretendido y absurdo final feliz de reconciliación familiar. ¿Por qué tanto buen cine español no llega a nuestras salas más populares y tanto mal cine francés siempre encuentra espacio y tiempo en ellas?

Maudie

de Aisling Walsh. Canadá, 2016. 115’.
3 de julio de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.

Tras la muerte de su madre, Maud vive con una tía que no la quiere. Su hermano ha vendido la casa familiar y ella padece desde pequeña una artritis severa que la incapacita bastante. Queriendo alejarse de su tía acepta trabajar como sirvienta para Everett Lewis, un pescadero extremadamente rudo. En su pequeña cabaña ella disfruta pintando con formas y colores de dulzura primitiva. Como el afecto que va creciendo entre estos dos seres humildes y conmovedores. En sus cuadros Maud incluye también el nombre de Lewis y, poco a poco, sus pinturas van siendo muy apreciadas dentro y fuera de Canadá. Pero ellos no abandonan nunca su vida modesta en esa cabaña mínima en la que se siguen queriendo hasta el final.  

Solo por las magníficas interpretaciones de Sally Hawkins y Ethan Hawke ya merece la pena ver esta hermosa película sobre la vida de Maud Dowley. Los dos consiguen reflejar con precisión las minusvalías de sus personajes. La minusvalía física de ella y la minusvalía emocional de él. Y los dos saben expresar el contrapunto que los hace tan complementarios y tan gratos para el espectador. La torpeza física de Maudie inspira inmediatamente compasión. Y también mucha empatía por su bondad natural y por la sutileza con que percibe y crea belleza en su humilde entorno. La torpeza afectiva de ese macho rudo, que es al principio Lewis, despierta más bien desagrado. Pero la forma en que Maudie consigue que veamos en él a un buen salvaje dispuesto a conocer y compartir con ella una vida feliz, hace que este pescadero tosco de Nueva Escocia me recuerde un poco esa extraña masculinidad confortable que hacía tan amable al personaje de Richard en Lóving, la última película de Jeff Nichols sobre el racismo en Virginia. Solo algunos subrayados musicales me parece que están de más en esta hermosa historia que no necesita ninguno. Maudie es una película sencilla y bien contada con la que Aisling Walsh demuestra que con dos actores soberbios y una historia conmovedora se puede conseguir que, tras pasar dos horas en esos paisajes bellísimos y en esa cabaña dulcísima, el espectador sepa que la pareja que los habitó le será inolvidable.

sábado, 1 de julio de 2017

Los últimos años del artista: Afterimage

de Andrzej Wajda. Polonia, 2016. 98.
1 de julio de 2017. Cines Renoir Princesa, Madrid. V.O.S.

En los años cincuenta Wladyslaw Strzeminski no aceptó someterse a las directrices estéticas del realismo socialista. Y pagó esa rebeldía con la condena al ostracismo hasta el final de su vida.

Es su última película, casi un testamento filmado. Andrzej Wajda ha querido homenajear con ella a la figura de este artista polaco. Habla de la triste historia de este pintor y teórico del arte, pero también podría estar hablando de las condiciones en que tuvo que hacer su propio cine durante la Guerra Fría. Es una película de maneras clásicas y fotografía hermosamente triste de la que será inolvidable la escena en que la luz se torna roja justo cuando el pintor se dispone a comenzar un nuevo cuadro. Como en tantas otras ocasiones, uno lamenta el penoso título que se ha puesto aquí a la película. Resulta muy impreciso en su primera parte (Los últimos años del artista: ¿de qué artista?) y pone en inglés la segunda.

Estiu 1993

de Carla Simón. España, 2017. 96.
1 de julio de 2017. Cines Renoir Plaza de España, Madrid. V.O.S.

Frida queda huérfana con seis años. Ese verano es el primero que pasa con sus tíos y su prima en el campo. A partir de ahora serán su nueva familia. Y las cosas no serán fáciles para ninguno de ellos.

¿Puede el verano protagonizar una película? ¿Puede el cine reflejar los miedos adultos y las culpas infantiles? Estiu 1993 demuestra que sí. Este retrato impecable de un tiempo crucial en la vida de esta familia (por la dedicatoria final parece claro que está inspirado en la propia infancia de la directora) es mucho más que una película magnífica protagonizada por dos niñas deliciosas. Carla Simón sabe sacar oro de sus gestos y sus palabras, pero su película tiene mucho más mérito que ese. Es una historia cautivadora sobre la ternura y la memoria, sobre las dificultad con que se tejen los lazos que con el tiempo construirán los afectos. La fascinación que producen las dos niñas puede hacer pensar que la historia solo trata de ellas. Pero no. Aunque podría hacerlo, Carla Simón no quiere aprovecharse del magnetismo que  tienen esas niñas cuando una cámara con tan buen pulso narrativo como el suyo es capaz de enamorarnos de ellas. Estiu 1993 no es una de esas películas tramposas que se sostienen solo en los niños. En esto su cine se parece al de Kore-eda. Y es que en su película, tan importantes como las vivencias de los niños son también los sentimientos de los adultos. Esos padres cuyos temores uno entiende perfectamente. Esa familia barcelonesa que enmarca una red de relaciones que nos hacen atisbar el lugar que en ellas debió ocupar esa madre por cuya muerte la niña pregunta a su tía en la conmovedora escena del final. Como tantas otras magníficas películas barcelonesas, Estiu 1993 seguramente se verá poco fuera de Cataluña. Doblar a las niñas sería un crimen y en este país subtitular las películas se considera tan raro como oír hablar en catalán. Y será una lástima porque es una de las películas más conmovedoras e interesantes que ha dado el cine español en los últimos tiempos.