29 de julio de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.
En 1940 cientos de miles de soldados británicos y franceses quedaron aislados en las playas de Dunkerque. Para rescatarlos se usaron todos los medios, hasta pequeñas embarcaciones de los pueblos costeros ingleses. Asistimos a aquellos días cruciales desde la perspectiva de algunos personajes que podrían haberlos vivido: un soldado francés que se une a los británicos para huir, un mando de la marina que dirige la evacuación resistiéndose a la impotencia, un piloto que protege a los barcos enfrentándose a los aviones alemanes hasta quedar sin combustible, un ciudadano inglés que navega por el canal con su hijo y un amigo para traer de vuelta a todos los soldados que puedan. Historias parcialmente cruzadas que pudieron suceder en Dunkerque.
Como hiciera Steven Spielberg en Salvar al soldado Ryan, Christopher Nolan nos mete de lleno en la terrible experiencia de una guerra. Y lo hace con la potencia de unas imágenes y unos sonidos sobrecogedores. En Dunkerque los personajes apenas hablan porque poco hay que decir cuando se está viviendo algo como aquello. Una experiencia terrible que Nolan nos muestra por tierra, mar y aire. En la tierra (o en la arena) al comienzo de la película seguimos al soldado francés con una cámara subjetiva que no puede ser más inmersiva. Desde el aire vemos las hazañas de los aviadores y también el panorama cenital de un drama de dimensiones inconcebibles. Y en el mar sufrimos la incertidumbre y el miedo de esos miles de soldados a la deriva para los que cualquier cosa que flota podría ser la salvación pero también el blanco de la siguiente bomba. Sin embargo, a pesar de la verdad y la dureza que contienen las imágenes y los sonidos de esta película extraordinaria, Nolan tiene el cuidado de no recrearse en la truculencia, de no falsificar el dramatismo de lo que muestra llenando la pantalla de sangre o mutilaciones, algo muy frecuente en otras películas que toman la excusa de la guerra para saciar al espectador de experiencias viscerales. Nolan sabe equilibrar el heroismo y el drama, la finura de los dilemas éticos que nos presenta con la intuición sobre el papel crucial que este episodio pudo tener en el desarrollo de la guerra. Así que, justo después de ver una película tan magnífica como Su mejor historia de Lone Scherfig, volvemos a tener a Dunkerque como tema central de otra. Y la firma un director que, tras Origen e Interstellar, ya no tiene que demostrar su enorme capacidad para construir historias descomunales. Con Dunkerque Christopher Nolan ha aportado a la historia del cine una obra mayor sobre la guerra. Y lo ha hecho sabiendo combinar muy honestamente la tensión, la emoción y la ética en una película formalmente impecable.