29 de diciembre de 2012. Cines Renoir Plaza de España, Madrid.
Al regresar a Argentina Juan se llamará Ernesto. Sus padres son montoneros y la familia vivirá en la clandestinidad. A sus once años ya ve muchas cosas y está despertando a otras.
Como en Secretos del corazón o en Cuéntame, el punto de vista es siempre el del niño. Desde las puertas entreabiertas Juan (o Ernesto) contempla la intensa (y luego dramática) vida militante de sus padres y de su tío Beto (un Ernesto Alterio que se hace querer). Los mira entre la admiración y la incomodidad. El espectador ve además el peligro que les acecha y comprende bien a la abuela, que no entiende a esos padres jóvenes e idealistas dispuestos a arriesgarlo todo. La película capta muy bien la atmósfera de una vida familiar en los años setenta. Pero enmascara el horror a través de unas bellas elipsis en las que la violencia solo aparece dibujada. Como si solo hubiera ocurrido en un cómic.
Como en Secretos del corazón o en Cuéntame, el punto de vista es siempre el del niño. Desde las puertas entreabiertas Juan (o Ernesto) contempla la intensa (y luego dramática) vida militante de sus padres y de su tío Beto (un Ernesto Alterio que se hace querer). Los mira entre la admiración y la incomodidad. El espectador ve además el peligro que les acecha y comprende bien a la abuela, que no entiende a esos padres jóvenes e idealistas dispuestos a arriesgarlo todo. La película capta muy bien la atmósfera de una vida familiar en los años setenta. Pero enmascara el horror a través de unas bellas elipsis en las que la violencia solo aparece dibujada. Como si solo hubiera ocurrido en un cómic.