26 de abril de 2016. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.
Tres hermanas acuden al funeral de su padre y se encuentran con una cuarta a la que no conocían. Es la que tuvo con la mujer por la que las abandonó hace quince años. Poco después también se fue la madre, así que hace mucho tiempo que las tres viven solas. La madre de la hermana pequeña también murió hace tiempo. Tras el funeral se irá a vivir con ellas.
Si a los niños abandonados de Nadie sabe la vida los hubiera tratado bien les depararía una convivencia tan deliciosa como la de estas cuatro hermanas. Las consecuencias de una separación familiar y los deseos de volver a encontrarse también estaban presentes en Milagro o en Like father, like son. Y los secretos, culpas y recelos familiares que contiene esta historia ya hacían muy especial aquella Still Walking en la que Kore-eda mostraba bien a las claras su deuda con el cine de Ozú. Así que Nuestra hermana pequeña contiene mucho de lo que hace tan singular la mirada de este director que siempre pone poesía en la descripción naturalista de las querencias y distancias que definen las relaciones familiares. Es verdad que esta vez la deliciosa convivencia entre las hermanas está a punto de excederse en dulzura. Pero poco a poco las pequeñas tramas de lo que no se dice y lo que no se sabe hacen que vaya ganando interés lo que se intuye tras cada gesto y la historia sea cada vez mas cautivadora. Al final uno vuelve a sentirse conmovido por el cine sutil de este director japonés que ya hizo inolvidable su nombre con aquel extraordinario drama de unos niños a la deriva al que Millás dedicó una de sus columnas y que desde entonces (salvo el extraño desvarío de Air Doll) ha seguido ofreciéndonos cine mayúsculo con historias sencillas en cada nueva película.