martes, 30 de abril de 2019

La portuguesa

de Rita Azevedo Gomes. Portugal, 2018. 136’.
30 de abril de 2019. Cine Numax, Santiago de Compostela. V.O.S.

La portuguesa es la esposa de un noble del norte de Italia en guerra permanente con el obispo de Trento. Basada en un cuento de Robert Musil, vemos la historia desde el punto de vista de ella en los ambientes en los que vive esta mujer que espera los regresos del marido.

De Rita Azevedo Gomes solo había visto Correspondencias, una película sobre la relación epistolar entre dos amigos poetas en la que a mi juicio fallaba el dispositivo a pesar de partir de una buena historia. En este caso, es el dispositivo lo que hace magnífica esta historia parsimoniosa sobre esta mujer portuguesa de la  que me cautiva la forma en que la directora nos la muestra. Cada escena es como una pintura, como una estampa con encuadres perfectos y movimientos magnéticos de todos personajes (hasta los gatos y los perros). La portuguesa parece una sucesión de imágenes sobre intimidades aristocráticas levemente extendidas para convertirlas en escenas con una duración similar y sin apenas relieve en el ritmo de una historia que a muchos se les hará pesada pero que resulta fascinante para quien la contempla como si asistiera a una exposición de pinturas maravillosas con temáticas relacionadas. La película de Rita Azevedo Gomes ha sido la ocasión para conocer, en esta brevísima escapada a Santiago, un espacio extraordinario llamado Numax. Un lugar que es librería, cafetería y sala de cine a la vez y que, gestionado como cooperativa, programa con un altísimo compromiso con el cine de calidad y con la más exquisita atención a su público. De hecho, ha sido curioso asistir a la proyección de esta película portuguesa que vemos en versión original con subtítulos en gallego. Menos mal que las dos lenguas nos resultan bien próximas y amigas. Así que nos quedamos con muchas ganas de volver a pronto Santiago (y al Numax).

lunes, 22 de abril de 2019

Génesis

de Philippe Lesage. Canadá, 2018. 129’.
22 de abril de 2019. Teatro Filarmónica, Oviedo. V.O.S.

Guillaume y su hermanastra Charlotte son dos jóvenes que viven las complicaciones de sus pimeros amores. Ella por el hastío de una relación convencional y los tentadores riesgos de un amante mayor. Él por no saber si es un líder con carácter o un estudiante patético que ignora si lo que siente por su mejor amigo es realmente amor. Tras seguir sus fracasos paralelos, asistimos a un dulce epílogo estival: el del primer amor en un campamento de una dulce pareja que está en esa edad temprana que antes llamábamos preadolescencia. 

Tardo en entrar en esta historia y al principio no entiendo porque en lugar de esta película no ganó la Espiga de Oro en aquella joya búlgara de Milko Lazarov titulada Ága (que, por cierto, tampoco se ha estrenado aún en nuestros cines). Pero poco a poco me voy dando cuenta de que asistimos a una magnífico retrato cercano de la vulnerabilidad que acompaña a los primeros tormentos del amor. Pero si la película ya me parece estupenda cuando la historia de estos dos náufragos sentimentales termina con ese magnífico plano cenital en que los vemos dormirse juntos, el epílogo de los jovencitos enamorados me hace pensar, nada menos, que en el mejor Linklater (por ejemplo, al final de Boyhood) o en el mejor Jonás Trueba (por ejemplo, la parte de los quinceañeros al final de La reconquista). Así que, sin negar lo merecido que también habría sido que Ága hubiera ganado la Espiga de Oro en el último festival de Valladolid, ya no cuestiono lo acertado de que el premio se lo llevara Génesis, otra joya que se une a ese tipo de películas extraordinarias que consiguen retratar, con un verismo poético casi malickiano, los instantes de intensidad infinita de las primeras edades del amor.

sábado, 20 de abril de 2019

La espía roja

de Trevor Nunn. Reino Unido, 2018. 103’.
20 de abril de 2019. Cines Los Prados, Oviedo.

Una anciana es detenida por la policía inglesa. La acusan de haber pasado hace años información a los rusos para que pudieran desarrollar la bomba atómica. Ella no lo niega e irá evocando delante de su hijo aquellos tiempos  en que se enamoró de un joven comunista en Cambridge y empezó a considerar que no era bueno para la paz mundial que el poder nuclear norteamericano no tuviera contrapeso. 

Sophie Cookson y Judi Dench están estupendas en los papeles de Joan Stanley joven y anciana. El personaje está inspirado en la historia real de Melita Norwood y, aunque seguramente se han cargado las tintas en los componentes amorosos de la historia y en el compromiso pacifista de aquella mujer, La espía roja resulta una película interesante en la que la trama romántica no resulta molesta y que tiene la virtud de dar que pensar sobre si las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki no deberían ser vistas como el mayor atentado terrorista de la historia. Es verdad que La espía roja está muy lejos en sutileza y profundidad de Copenhague, la magnífica obra  de Michael Frayn que Claudio Tolcachir estrenó en el Palacio Valdés hace un par de meses. Sin embargo, la película de trevor Nunn también tiene interés por lo que plantea sobre aquella carrera científica con tantas implicaciones éticas y políticas en la que se vieron involucrados físicos de varios países.

viernes, 19 de abril de 2019

Gracias a Dios

de François Ozon. Francia, 2019. 137.
19 de abril de 2019. Cines Parqueastur, Corvera.

Hasta principios de los noventa un sacerdote de Lyon abusó de numerosos niños que estaban a su cargo en campamentos de Boy scouts. Muchos años después sus víctimas lo denuncian. Algunos ante la Iglesia, otros ante la policía. Así se inicia un movimiento organizado en una asociación que consigue procesar al sacerdote y poner en cuestión a la jerarquía católica francesa.

Por mucho que haya recibido el premio del jurado en el festival de Berlín esta no es ni de lejos una de las mejores películas de Ozon. Nada que ver con El club de Pablo Larraín o Spotlight de Thomas McCarhty, dos películas que trataron el mismo tema hace cuatro años (cuando se estaban  produciendo en Francia estas denuncias) de forma infinitamente mejor. El verismo de la película de Ozon (sobre todo en las textos epistolares que llenan su primera parte) no hace mejor un relato en el que uno quiere encontrar subtextos que vayan más allá de lo obvio y pongan en cuestión aspectos problemáticos de determinados presupuestos que parecen compartir los protagonistas: el esencialismo permanente de la condición de víctima y victimario, el obstáculo que a su juicio son la presunción de inocencia o la impertinencia de la prescripción de lo punible... Como la película es muy larga, a Ozon le da tiempo a mostrar muchas cosas. Entre ellas, la diferencia entre el cura que abusa y el que décadas después es acusado, los distintos efectos que tales abusos tuvieron en quienes ahora denuncian o lo que supone para sus vidas actuales implicarse en la causa común de la asociación. Así que mientras veo la película quiero pensar que Ozon no está componiendo solo un relato obvio y políticamente correcto con axiología en blanco y negro, sino que pretende que su película propicie debates más matizados. Pero no. Los textos finales con la pantalla en negro que cuestionan la presunción de inocencia y ensalzan que la prescripción de estos delitos se haya extendido en Francia más allá de los treinta años muestran que la intención de Ozon no era suscitar ningún debate.

jueves, 18 de abril de 2019

Infinite football

de Corneliu Porumboiu. Rumanía, 2018. 70’.
18 de abril de 2019. Teatro Filarmónica, Oviedo. V.O.S.

Laurențiu Ginghină habla con Corneliu Porumboiu de sus propuestas para modificar las reglas del fútbol. La idea surgió cuando, siendo adolescente, se rompió una pierna jugando un partido y eso cambió muchas cosas en su vida. También vemos a su padre comentando muy lúcidamente una fotografía y finalmente un avance crepuscular por una carretera que tiene algo de enigmático.

Casi todo el cine rumano que he visto me gusta. Por ejemplo, El tesoro, ese cuento irónico y casi naif que Poromboiu dirigió hace cuatro años sobre unos tipos ingenuos que buscaban un tesoro en un jardín. Sin embargo, encuentro que me faltan claves para interpretar el sentido de este documental desaliñado. Comparto con su protagonista la experiencia de haber sufrido la fractura de una pierna a causa del fútbol (él, jugando a ese deporte, yo intentando evitar que cruzara la calle un niño que corría tras una pelota). Ginghină solo propone reformar las reglas de ese deporte, yo soy mucho más radical ante este peligroso narcótico social que parece nacido para ensalzar el bipedismo masculino y amoldar los cerebros a los imperativos del balón. Más allá de ese sugerente comienzo encuentro que el documental de Poromboiu resulta algo tosco y desequilibrado. Intuyo ciertos subtextos sobre las formas de ver la vida desde distintas edades y situaciones vitales, pero noto que me faltan claves del contexto rumano para entender algunas intenciones que a mi se me escapan.

martes, 16 de abril de 2019

Buñuel en el laberinto de las tortugas

de Salvador Simó Busom. España, 2019. 84.
16 de abril de 2019. Filmoteca Valenciana, Valencia.

Tras dirigir El perro andaluz y La edad de oro, el joven Buñuel viaja a Extremadura para filmar en 1933 el documental Las Hurdes, tierra sin pan. Con imágenes de animación inspiradas en el cómic del mismo título de Fermín Solís, se reconstruye aquel periplo que tuvo como base Las Batuecas y como destino los pueblos olvidados de aquellas tierras tan hermosas.

Parece que está de moda meterse con la forma en que Luis Buñuel (después de Unamuno, Marañón y Alfonso III) puso a Las Hurdes en el mapa. Es verdad que la película de Simó Busom es más amable con el gran cineasta aragonés que el cómic que la inspira, pero también muestra y cuestiona algunos de los artificios que usó en aquel documental. Por su parte, Sergio del Molino también se había metido hace tres años con Buñuel en su libro La España vacía (esa marca que, dicho sea de paso, está superando a las propias Hurdes en el repertorio de tópicos pesimistas sobre los problemas de España). Pero, más allá de si debemos perdonar o no a Buñuel (o a Félix Rodríguez de la Fuente) por el uso de trucos para filmar a cabras despeñándose, Buñuel en el laberinto de las tortugas resulta una película agradable pero aporta poco a la historia del cine español y a la interpretación de uno de sus episodios emblemáticos. Salvador Simó la presentó brevemente en esta estupenda sesión doble en la que, con mucho acierto, se proyectó seguida del propio documental original. Sin embargo, aunque la sala de la Filmoteca estaba llena, después no hubo coloquio. Y fue una lástima.

lunes, 15 de abril de 2019

Dobles vidas

de Olivier Assayas. Francia, 2018. 107.
15 de abril de 2019. Cines Babel, Valencia. V.O.S.

Un escritor y un editor, amigos desde hace tiempo, discrepan sobre la última novela del primero. Después de haber publicado sus libros anteriores el editor no piensa publicarle este, aunque eso no parece comprometer su amistad. Tampoco su gusto por contrastar puntos de vista sobre lo que está suponiendo en el mundo de la cultura la transformación digital. Pero la mujer del editor tiene una opinión mucho más positiva que él sobre la novela. Y no porque, como amante del escritor, ella inspire a uno de los personajes de ese relato de autoficción.

Tras Viaje a Sils Maria y Personal Shopper, Olivier Assayas vuelve a las conversaciones entre franceses cultivados en encuentros con comida de por medio. Y lo hace con una historia que (como el arranque de la que vimos ayer de Denys Arcand) bien podría haber escrito Woody Allen. El guión está muy bien trabado, los personajes me interesan y la modulación que le dan a los debates sobre la cultura contemporánea me resulta próxima. También me parecen muy buenos los intérpretes de una película en la que hay poca acción y mucha conversación. Así que aunque las maneras entre rohmerianas y allenianas de Dobles vidas hacen que parezca una historia banal de amores cruzados, la película se hace interesante y tiene cierto calado. Por lo demás, ver la película en versión original en los Babel es también una ocasión para conocer los espacios en que los valencianos disfrutan del buen cine. Mañana conoceremos su filmoteca.

domingo, 14 de abril de 2019

La caída del imperio americano

de Denys Arcand. Canadá, 2018. 128’.
14 de abril de 2019. Cines Lys, Valencia.

Pierre-Paul es un doctor en filosofía pesimista y un repartidor de paquetes diligente. También suele echar una mano como voluntario en un comedor social. Un día en que acaba de aparcar su furgoneta coincide con unos atracadores que resultan malheridos y dejan ante él dos grandes bolsas llenas de dinero. Aunque primero lo duda, Pierre-Paul coge ese dinero sin dueño y sin testigos y se lo lleva. Ahí empieza una aventura en la que conocerá a una prostituta de lujo que no le abandonará, a un expresidiario con nociones de economía y a un gestor de finanzas muy hábil en la tarea de opacar el dinero en redes internacionales. Inmerso en las truculencias por evitar por igual a los policías y a los que buscan el botín, Pierre-Paul sigue con su trabajo de repartidor de paquetes, con su compromiso con los pobres y con su forma de ver la vida.

La historia parece tener poco que ver con El declive del imperio americano y Las invasiones bárbaras, las películas Denys Arcand con las que cierra una trilogía que comenzó hace más de treinta años. Sin embargo, en los subtextos demoledores sobre el capitalismo americano (ahora global) y en las querencias irónicas sobre la cultura contemporánea, La caída del imperio americano encaja muy bien con aquellas. La conversación inicial entre el protagonista y su mujer podría estar firmada por el Woody Allen más inspirado y el desarrollo general de la historia parece un thriller ágil y amable con granujas empáticos. Pero, más allá de eso, La caída del imperio americano es un atinado retrato sobre el presente con irónicos guiños a las perspectivas económicas y filosóficas de la generación de los hijos o los nietos de los protagonistas de El declive. Así que, además de una oportunidad para conocer los estupendos Cines Lys en esta tarde valenciana y de recordar aquellos tiempos de cinefilia veinteañera en los Alphaville madrileños, la nueva película de Denys Arcand nos ha permitido disfrutar de una historia divertida que tiene mucho más calado del que parece.

lunes, 8 de abril de 2019

Let me fall

de Baldvin Zophoníasson. Islandia, 2018. 136.
8 de abril de 2019. Centro Niemeyer, IV Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

Desde la adolescencia Magnea va teniendo amistades cada vez más peligrosas. En medio de ellas está Stella, una chica con la que tiene una relación especial y con la que irá compartiendo adicciones. Al final Stella sobrevivirá a las drogas pero será la responsable de que Magnea no salga de ese mundo.

La película de anoche tenía escasa relación con la temática del festival y muy poca calidad. A esta también le pasa lo primero, pero es magnífica. Let me fall es un descenso progresivo a esos infiernos que sufrieron en los años ochenta muchas familias españolas que habían tenido una vida normalizada hasta que la heroína se cruzó en las vidas de tantos adolescentes. Eso es lo que le pasa a esta chica islandesa con una familia que la va viendo caer en el abismo sin poder hacer nada. La historia de Magnea es una epopeya trágica magníficamente contada en la que, con una cadencia perfecta, vemos la forma en que una adolescente puede llegar a convertirse en indigente sin que nadie pueda impedirlo. Con un ritmo perpecto se va desvelando un proceso en el que se intercan roturas temporales dramáticamente premonitorias de su destino. El guión, las ambientaciones, los encuadres y las transiciones entre las escenas son perfectas. Y también son impresionantes los trabajos de las actrices que interpretan las dos edades de Magnea: la quinceañera y la de la treintena. Así que, confirmando una vez más que el cine islandés nunca defrauda, ya tenemos otra película sobresaliente en este festival tan desigual. Para mi Let me fallEl silencio es un cuerpo que cae, Tinta bruta y The happy prince han sido las mejores de esta edición. Como ya habíamos visto en Valladolid The miseducation of Cameron Post (también estupenda) que aquí se proyectará el viernes y seguramente no llegaré a tiempo ese día para ver Rafiki, creo que ya puedo decir que las que he señalado son a mi juicio las mejores de esta edición. A ellas habría que añadir los nueve cortos británicos (todos muy buenos) del festival BFI Flare que también se proyectarán el viernes y que yo he podido ver esta mañana con mis alumnos. Así que ha habido de todo en esta muestra de cine LGTB: películas muy buenas y películas prescindibles. (Finalmente Tinta bruta ha recibido el premio del jurado y The happy prince el del público. Solo discrepo en la mención especial que le han dado a Un couteau dans le coeur, a mi juicio Let me fall o El silencio es un cuerpo que cae la habrían merecido mucho más)

domingo, 7 de abril de 2019

As boas maneiras

de Marco Dutra y Juliana Rojas. Brasil, 2017. 135.
7 de abril de 2019. Centro Niemeyer, IV Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

Clara es contratada por Ana para cuidar de su futuro bebé. Y efectivamente lo acabará haciendo, pero sustituyéndola después de que la cosa se complique bastante. Primero porque en las noches de luna llena Ana sale a la calle sonámbula buscando sangre. Después porque al final de su embarazo una noche de esas la criatura rasgará su vientre pasa salir a ver el espectáculo. Clara se hará cargo del chiquillo y lo cuidará con mucho amor. De hecho, tomará la precaución de encadenarlo algunas noches de cada mes. Pero el chico se hace mayor y una noche sale por ahí.

En el video con que presentó desde Buenos Aires esta edición del festival, Fran Gayo nos dijo que a las películas que ha programado la calidad se le presupone. Y viendo la de esta noche creo que tiene razón, que le ha presupuesto la calidad. De hecho, no solo es calidad lo que le falta a As boas maneiras, también relación con la temática del festival (yo cuestiono más aquello que esto). El cariño entre la ama y la criada del tramo inicial de la película no es el tema del que trata. Si acaso el asunto central sería algo de interés tan discutible como la variante infantil de la licantropía. No niego que la historia podría dar juego para un debate sobre en qué consiste el amor de madre o sobre si es verdad que madre no hay más que una. Claro que quizá la vinculación con este festival no haya que buscarla en la temática sino solo en la coincidencia con algunas letras de su acrónimo. Ya digo, As boas maneiras va de licantropía infantil.

Las hijas del fuego

de Albertina Carri. Argentina, 2018. 115.
7 de abril de 2019. Centro Niemeyer, IV Festival de cine LGBTIQ, Avilés.

Una chica llega en barco a Ushuaia donde la espera una novia aficionada a las inmersiones marinas. Las dos empiezan desde esa Tierra del Fuego un viaje sexualmente tórrido en un microbús al que se irán incorporando otras muchas mujeres que comparten con ellas querencias sexuales de alta intensidad. 

De la pareja romántica a la soledad onanista pasando por la promiscuidad psicodélida en un viaje por un territorio argentino que puede ser visto como metáfora del cuerpo femenino o al revés. La voz en off de la directora de esta película (o la del personaje que quiere hacer la suya, tanto da) nos va explicando de cuando en cuando el discurso y el dispositivo de una película que sirve igualmente para un festival porno (de hecho, Las hijas del fuego es todo un festín porno) como para salir muy bien parada del BAFICI en un tiempo en el que el debate del aborto ha empoderado como nunca al movimiento feminista en las calles de Argentina. Con su escena final Las hijas de fuego habrá conseguido seguramente el récord de duración de una masturbación femenina frontal ante una cámara. Aunque esa escena quizá pretenda ser también un broche irónicamente especular. Ya sea de la actitud probablemente onanista de cierto público de cine (tanto del porno como del independiente) o de la actitud evidentemente onanista de ciertos cineastas que dirigiendo películas como esta seguramente lograrán el desprecio agresivo o el aprecio rendido de determinados públicos. Conmigo que no cuenten. Ni para lo uno ni para lo otro.

El silencio es un cuerpo que cae

de Agustina Comedi. Argentina, 2017. 72.
19 de abril de 2018. Centro Niemeyer, III Festival de cine LGBTIQ, Avilés.

Con imágenes de viejas películas familiares, Agustina va recomponiendo la historia de su padre. Cuando ella nació él renunció a su vida homosexual. De hecho, dejó  de ver a sus amigos y se casó. Había decidido entrar en el armario porque quería ser padre. Las viejas imágenes que vemos son las de unos jóvenes izquierdistas de familias argentinas acomodadas. Y también las de unos amigos hedonistas que supieron disfrutar de la vida intensamente por todo el mundo antes de que el deseo de paternidad del padre de Agustina y el sida que contrajo su novio de aquel tiempo les cambiara la vida para siempre. Agustina no puede contar con el testimonio de su padre porque nunca le había hablado de su vida anterior. Ha tenido que descubrirla después de aquella tarde del verano de 1999 en que el silencio de su padre se hizo definitivo cuando su cuerpo cayó de un caballo. Ella tenía doce años entonces.

Qué estupendo díptico compondría esta película con la magnífica Cuchillo de palo de la paraguaya Renate Costa. El documental de Renate recuperaba la historia de su tío (y de aquella lista de 108 de la que siempre hablo cuando voy a Paraguay). El de Agustina recupera la historia de su padre (y también la de aquellos tiempos en que los jóvenes burgueses se debatían entre el ejemplo de los montoneros y la ilusión de esa vida regalada que supuestamente traería Menem a los argentinos). El silencio es un cuerpo que cae es un buen ejemplo de cómo se puede contar bien una historia si se tiene algo que contar y si la voz narrativa sabe que las imágenes nunca deben ser solo la ilustración de un texto ni el texto debe ser solo la aclaración de unas imágenes. Así, Agustina Comedi consigue que esta película de duración impecable sea un testimonio necesario y revelador. Un testimonio generacional (para su generación y la de su padre), social (para la burguesía y la izquierda argentina) y humano (para los que vivieron felices su homosexualidad y para los que no lo soportaron). Pero sobre todo es un ejemplo de buen hacer en el cine. Una película magnífica a la que solo puedo poner un reproche: que esos textos insertados en las imágenes  tan necesarios para su comprensión (y no me refiero a los subtítulos) estén solo en inglés. En esto Agustina Comedi muestra síntomas de esa anglofilia aguda que padecen muchos cineastas jóvenes. Una enfermedad que puede superar sin problema alguien que sabe hacer muy bien lo más importante: contar con imágenes una historia verdadera.

Tinta bruta

de Filipe Matzembacher y Marcio Reolon. Brasil, 2018. 118.
7 de abril de 2019. Centro Niemeyer, IV Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

Pedro se queda solo en el apartamento que compartía con su hermana en Porto Alegre. Está pendiente de una sentencia por algo que hizo tiempo atrás y mientras tanto sobrevive con un canal de Internet en el que exhibe su cuerpo pintado con colores que brillan a la oscuridad. Pedro pasa casi todo el tiempo en su casa solo, pero un día conoce a un bailarín con el que compartirá escenas en la web y con el que también podría compartir su vida. Sin embargo, a su amigo le han dado una beca y se irá lejos de Brasil.

Sencilla y bien contada. Así es esta historia sobre un joven ensimismado cuya vida aún parece más triste con esas pinturas de neón. Su carácter contrasta grandemente con el de su amante y colaborador. Pedro es solitario y reservado, su amigo tiene un entorno en el que todo resulta amable y cordial. Los dos se hacen querer y uno desearía que la vida les tratara bien. Así que Tinta bruta nos cuenta sin grandes ambiciones una historia interesante y bien interpretada. Con películas como esta ni la causa LGTB ni el cine resultan devaluados. Y eso no siempre es así.

sábado, 6 de abril de 2019

The happy prince

de Rupert Everett. Reino Unido, 2018. 104.
6 de abril de 2019. Centro Niemeyer, VI Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

Oscar Wilde tras su paso por la cárcel. Vemos ese tiempo de declive entre el exilio y el momento de su muerte. Sus pasiones amorosas, sus cuitas económicas y la forma en que le acecha el final se van intercalando con fragmentos literarios tan bien traídos como los de ese príncipe feliz. 

Me esperaba un biopic bastante convencional y ha resultado una película que será comercial pero que está muy bien contada y tiene interpretaciones notables. Rupert Everett hace un trabajo estupendo delante y detrás de la cámara dando vida a un Oscar Wilde crepuscular del que vemos distintos momentos que se nos cuentan de forma no lineal pero perfectamente hilvanada. The happy prince se ha proyectado en el auditorio tras la inauguración de esta cuarta edición del Festival LGBTIQ. Desde luego, ha sido con diferencia la mejor película de esta primera jornada.

Un couteau dans le coeur

de Yann Gonzalez. Francia, 2018. 110.
6 de abril de 2019. Centro Niemeyer, VI Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

A finales de los setenta una directora de películas de porno gay es abandonada por su pareja que es, además, la que las monta. Mientras intenta recuperar esa relación, sigue filmando nuevas escenas. Pero un asesino enmascarado que siempre aparece con un pájaro negro se va cargando a sus actores.

Una película francesa con maneras de cine cutre trufada de películas de serie B de una pornografía gay bastante naif. La truculencia del asesino parece pretender vertebrar una historia que me aburre y cuya estética me dice poco.

Até que o porno nos separe

de Jorge Pelicano. Portugal, 2018. 90.
6 de abril de 2019. Centro Niemeyer, IV Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

Eulália quisiera hablar con su hijo. Él pasa de ella y vive una vida intensa lejos de Oporto como actor porno de éxito internacional. Ella sufre y se avergüenza de él mientras lo sigue en las redes sociales. Hasta que, a su manera, decide salir del armario y acercarse a uno de los eventos en los que su hijo va a participar. Desde entonces la señora Eulália será una activista LGTB.

Comienza la cuarta edición del Festival  de cine LGBTIQ en el Niemeyer con esta película portuguesa de la que me interesa mucho más la mirada de la madre que la actitud del hijo. Es verdad que con media hora menos se habría podido contar lo mismo, pero me parece interesante la historia de esta madre que primero se avergüenza y luego acepta sin condiciones lo que hace su hijo.

miércoles, 3 de abril de 2019

Cambio de reinas

de Marc Dugain. Francia, 2017. 100.
3 de abril de 2019. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Una niña de cuatro años y una de doce podrían ser las futuras reinas de Francia y de España. La pequeña es la hija de Felipe V y es enviada a Francia para casarse con un Luis XV también infantil. La mayor es la hija de Felipe de Orleans y es enviada a España para casarse con un adolescente que llegará a ser Luis I, aquel Borbón que tuvo un reinado tan breve.

Solo recuerdo haber hecho y expuesto un trabajo en la escuela (en el instituto no recuerdo haber expuesto ninguno). Fue en octavo de EGB y unos profesores jovenes que venían a hacer sus prácticas a mi escuela nos propusieron hacer algo tan novedoso como preparar una exposición para contarles un tema a nuestros compañeros y no para darle la lección al profesor. Yo elegí hacerla sobre los Borbones pocos meses después de que el último de ellos hubiera sido coronado aquí. Así que las circunstancias de los reinados de Felipe V, Luis I, Fernando VI y todos los demás las tengo bastante claras desde entonces. Lo que no sabía en aquel momento es que había una parte femenina muy interesante en esta saga. Así que, después de los recientes repasos cinematográficos a las cuitas de algunas reinas británicas (La favorita de Yorgos Lanthimos y María, reina de Escocia de Josie Rourke), me apetecía ver esta película sobre unas monarquías que nos resultan mucho más próximas (no olvidemos el protagonismo de aquel primer Borbón en el 1714 barcelonés y el del último en el infausto 3 de octubre de 2017, dos hechos por los que será casi imposible que un Felipe llegue a ser percibido nunca como el rey de todos los catalanes). Con tantas expectativas Cambio de reinas tenía fácil defraudarme. Sin embargo, no lo ha hecho. El dispositivo y la ambientación de Dugain son menos sorprendentes que los de Lanthimos, pero su película me resulta igualmente interesante. Por lo demás, las interpretaciones (infantiles y adultas) son magníficas y consiguen que apetezca saber más de cada uno de esos personajes. Si fuera profesor de Historia lo tendría claro: cada tres semanas buscaría la forma de tener dos clases seguidas (por ejemplo, flexibilizando el tiempo lectivo con rotaciones horarias) y proyectaría una de las muchas excelentes películas que se han hecho en los últimos tiempos sobre hechos históricos relevantes. Lástima que casi nunca me encuentre a esos profesores en las salas de cine en que se proyectan esas películas.

martes, 2 de abril de 2019

Beast

de Michael Pearce. Reino Unido, 2017. 107’.
2 de abril de 2019. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Una joven de la isla de Jersey vive sometida a las normas de su madre desde que estuvo a punto de matar a una compañera cuando era adolescente. Pero la mañana siguiente al día de su cumpleaños conoce a un joven del que todos sospechan que puede ser el asesino en serie que ha matado a varias jóvenes en la isla. La atracción entre los dos terminará siendo fatal (para él).

Una pareja muy mona, con mucha química y algo turbio que ocultar. Todo mostrado con imágenes pretenciosas y con una banda sonora pensada para inducir que hay una parte oscura en estos chicos tan guapos. Beast parece estar dirigida a aquellos adolescentes que al comienzo de esta década gustaban de las películas con chicos guapísimos con torsos al aire y querencias vampíricas pero que, ahora que van  avanzando en la veintena, quisieran que los mismos gustos cinematográficos tuvieran una apariencia menos obvia.