de Nima Javidi. Irán,
2014. 91’.
29 de noviembre de 2014. Cines Centro, 52º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.
Faltan ocho horas para que una pareja iraní coja un avión con destino a Melbourne, la ciudad en la que van a vivir en los próximos años. Están terminando de hacer las maletas y de recoger la casa. La canguro de unos vecinos les ha dejado un bebé mientras sale a hacer algo en la calle. Ellos siguen recogiendo y recibiendo a familiares y amigos. A pesar del ruido el bebé no se despierta.
Una magnífica historia relatada (casi) en tiempo real y (casi) en un único espacio. Como algunos han señalado, la tensión creciente que genera la cadena de mentiras conecta esta espléndida ópera prima de Nima Javidi con el mejor cine de Hitchcock o de Polanski. Y también con las impresionantes historias de su compatriota Asghar Farhadi (Peyman Moaadi, el protagonista masculino de esta película también lo era de Nadir y Simin, una separación y hace unos días estaba también en la extraordinaria Tales de Rakhshan Bani-Etemad, quizá la mejor película de las que he visto en este festival). Como hace Farhadi, Javidi plantea su historia como una serie de dilemas a los que han de enfrentarse sus personajes. Los de Farhadi son de notable calado ético, los de Javidi están condicionados por la velocidad con que sus personajes han de optar entre diversos males. Los dos directores iraníes son ajedrecistas de las encrucijadas vitales y manejan como nadie la capacidad para hacernos sentir muy cerca de sus personajes. El tiempo y el orden de las decisiones es crucial en las historias de estos dos magníficos directores. Farhadi nos hace partícipes de partidas muy complejas, mientras que en esta película Javidi nos muestra una muy rápida. Los desenlaces son perfectos para el espectador, pero sutilmente dolorosos para unos personajes que quedan a solas con su conciencia y con ese tipo de culpa que es más intensa precisamente por la inocencia inicial de quien la sufre. Veo esta magnífica película cuando ya conozco el palmarés. Y me alegro de confirmar que los premios al mejor director y al mejor guión que ha recibido Melbourne son bien merecidos. Premiar a Titli como la mejor película del festival tampoco me parece un desatino (ya lo dije en la reseña). Pero siento que Calvary se vaya sin nada y que Tales (que no estaba en la sección oficial) no haya tenido el aprecio del público. Y un error mayúsculo me parece que el cine francés (tan sobrerrepresentado en esta edición del festival) se lleve el premio de la crítica internacional que para nada merece esa menos que menor Party girl. Por lo demás, entre las ventiuna películas que he podido ver este año, ha habido varias excelentes. Especialmente las de Brillante Mendoza, un descubrimiento que me confirma que, por fortuna, la calidad cinematográfica no depende solo del poderío de las productoras y distribuidoras de algunos países.