domingo, 30 de octubre de 2016

Eshtebak

de Mohamed Diab. Egipto, 2016. 97’.
30 de octubre de 2016. Teatro Carrión, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (sección oficial). V.O.S.

Durante una de las violentas manifestaciones de 2013 en El Cairo van entrando detenidos en un furgón policial. Primero unos periodistas. Luego una familia. Después otras gentes. Algunos pertenecen a los Hermanos Musulmanes. Otros los detestan. Durante un día y una noche asistimos a lo que pasa en ese espacio cerrado. Y a través de sus pequeñas ventanas también presenciamos lo que sucede fuera. Pero sin salir nunca del furgón.

La vemos en la mañana del domingo, el día en que se proyectan algunas de las películas premiadas. Eshtebak ha obtenido el Premio Pilar Miró al mejor nuevo director, el premio a la mejor dirección de fotografía y también Sociograph Award (el que mide las emociones del público). Pero también podría merecer esa Espiga de Oro que se ha llevado Locas de alegría de Paolo Virzi (muy buena debe ser para habérselo arrebatado). Confirmando lo que anticipé en su reseña, Cruce 48 ha obtenido también el premio del público de la sección Punto de Encuentro. Así que hemos podido ver dos de las películas premiadas y nos parece muy bien (haberlas visto y que se lleven esos premios). Eshtebak es formalmente tan radical que la cámara nos hace sentir que somos uno más de los detenidos en ese furgón que, además de ser un espacio cinematográficamente intensísimo, nos aporta una perspectiva muy relevante sobre lo que sucedió en Egipto entre aquella primavera árabe y el derrocamiento de Mohamed Morsi. De hecho, ese furgón podría ser también una buena metáfora de las tensiones sociales que en los últimos años se vienen viviendo en ese país. La película nos propone una mirada angustiosa y trepidante sobre las relaciones humanas en un espacio cerrado. Pero también es una original perspectiva que nos permite estar en medio de los duros enfrentamientos callejeros y presenciar lo que sucedió durante esos días en las calles de El Cairo con una mirada que está a medio camino entre el cine bélico y el documental. Además de merecer todos los premios que reciba, esta película también debería poder ser vista en muchas salas comerciales. Sería apasionante para el público palomitero. Pero, por su intención y su radicalidad formal, cautivaría también a los otros cinéfilos. Así que ha sido un cierre perfecto para estos tres días de Seminci. Volveremos.

sábado, 29 de octubre de 2016

Daced and confused (Movida del 76)

de Richard Linklater. EE.UU., 1993. 102’.
29 de octubre de 2016. Cines Broadway, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (retrospectiva: Richard Linklater). V.O.S.

28 de mayo de 1976. Último día de clase en un instituto de Austin. Será una tarde y una noche de fiesta para los veteranos. Quizá no tanto para los novatos que a partir de ese día serán alumnos de secundaria.

Este año Linklater ha regresado a esos tres días cruciales previos a la entrada en la universidad en la magnífica Todos queremos algo. Con ella retomaba lo que retrató en esta Dazed and confused sobre la transición dionisiaca entre la edad de la escuela y la de la secundaria. Nuestro héroe es aquí ese chico que sale bien parado de una noche de novatadas y desquicie. Esta película estremecería a esos que piensan que el acoso escolar es cosa de hoy y no un monstruo que era aceptado y tenía dimensiones mucho mayores (también aquí) en los tiempos en que iban al instituto los que ahora repiten esas letanías bobas, pero que tanto rédito político generan, sobre lo mal que están la educación y la juventud actuales. Pero volviendo a Linklater, él es seguramente el chico de Boyhood, el protagonista que se enamora en Todos queremos algo y, unos años antes, el adolescente superviviente de esta Dazed and confused. Además de la estima por este magnífico director, en películas como esta me resulta inevitable pensar en esos hitos biográficos que compartimos: salimos en el mismo año de la escuela y entramos también a la vez en la universidad. Aunque sé que el Avilés adolescente del setenta y seis y el Oviedo universitario del ochenta eran mucho más aburridos y menos movidos que aquella juventud en Austin.

Bienes benditos

de Mahmoud al Massad. Jordania, 2016. 83’.
29 de octubre de 2016. Teatro Zorrilla, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (sección Punto de Encuentro). V.O.S.

Ahmad es un padre de familia algo pánfilo que tiene una deuda con un cliente al que iba a hacer una obra. Y no puede saldarla porque el dinero que le anticipó se lo prestó a un primo para que importara diez portátiles desde Canadá. Pero el primo no puede venderlos porque están retenidos en la aduana. Así que Ahmad es condenado a tres meses de prisión por no pagar su deuda. En la cárcel comparte celda con un grupo de reclusos de los que es lider un tipo grande que tiene un pequeño comercio en su litera. Es una comunidad sencilla en la que pasará menos miedo del que podría temer.

Con algunas derivas surrealistas (la que motiva la imagen del cartel, la del generoso director de la prisión, la del traslado de los presos en la escena final...) y algunos subrayados que buscan la sonrisa del espectador, Bienes benditos es una historia tierna en un contexto que uno imagina tan duro como el de una prisión jordana. La candidez y el estoicismo del protagonista resultan magnéticos y hacen que la película se siga con interés aunque uno no tenga muy claro qué es lo que se pretende contar. De hecho, las ironías sobre las instituciones policiales y judiciales más que la intención central de la historia son elementos tangenciales en esta amable y singular película sobre un hombre tranquilo en una prisión llevadera. Antes se proyectó el cortometraje  Medio hombre, una áspera historia de Kristina Kumrić que relata el regreso a casa de un soldado, probablemente croata, que ha sido prisionero del enemigo y que contemplamos desde la mirada infantil de sus hijas.

El hijo de Jean

de Philippe Lioret. Francia, 2016. 98’.
29 de octubre de 2016. Teatro Carrión, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (sección oficial). V.O.S.

Mathieu viaja de París a Montreal para saber algo de su padre. Una llamada desde Canadá de alguien que quiere enviarle un paquete a su madre despierta su interés por saber quién fue ese hombre que acaba de morir y que tuvo una relación con ella. En Canadá conocerá a sus dos hermanos y los motivos por los que quieren recuperar el cuerpo del padre fallecido en un lago. Allí le guiará ese amigo que quería enviarles un valioso cuadro. Y disfrutará con su familia que, en cierto modo, también es la suya.

El buen recuerdo del cine humano y contenido de Philippe Lioret en Welcome (una película en la que las masculinidades a la deriva, la distancia, el agua y el amor también eran muy importantes) nos han hecho elegir esta historia que empieza en París, se desarrolla en Canadá y concluye con la promesa de nuevos encuentros en los dos lados. El personaje de Jean es tan interesante como el del amigo maduro que tendrá mucha más importancia de la que parece al comienzo de la historia. El espectador lo agradece porque Lioret tiene el acierto de partir de una idea ñoña como es la de los lazos ocultos en los vinculos de la sangre para cuestionarlos en el giro final de la película. Un giro que no es tramposo y que resuelve de forma muy grata una historia en la que abundan las simetrías que trenzan las relaciones entre los personajes. El hijo de Jean es una película sencilla y emotiva que se ve con agrado y que me confirma la buena impresión que tenía sobre el cine de Lioret.

Slacker

de Richard Linklater. EE.UU., 1990. 100’.
29 de octubre de 2016. Cines Broadway, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (retrospectiva: Richard Linklater). V.O.S.

Desde un amanecer hasta la mañana del día siguiente la cámara va siguiendo durante unos pocos minutos el deambular y las conversaciones de gentes curiosas con las que se va cruzando en las calles. Son decenas de instantes en las que acompañamos a personajes muy diversos cuyas historias podrían dar para muchas películas. Como la vida misma.

Linklater es un maestro en el arte de retratar el tiempo y la vida. Slacker me demuestra que lo era desde que empezó a hacer cine. El despertar en el tren del personaje que él mismo interpreta y el extraordinario monólogo, casi leibniziano, que nos regala en la primera escena en el taxi son toda una declaración de principios sobre lo que para él son el cine y la vida: oportunidades para explorar caminos posibles en cada encrucijada. La siguiente microhistoria con el atropello en el cruce demuestra que, además de saber qué contar, Linklater siempre tuvo claro dónde y cómo poner la cámara. Y a partir de ahí este magnífico guionista nos hace partícipes por unos instantes de esas vidas cruzadas en Austin que son, a la vez, un retrato perfecto de una parte de la intrahistoria americana al final de los ochenta. Un acierto, por tanto, nuestra elección de esta mañana y un acierto de la Seminci haber dedicado una retrospectiva a este gran director.

viernes, 28 de octubre de 2016

Maravillosa familia de tokio

de Yôji Yamada. Japón, 2016. 108’.
28 de octubre de 2016. Teatro Carrión, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (sección oficial). V.O.S.

La abuela quiere divorciarse. Y tiene buenos motivos porque el abuelo es un imbécil machista. Los matrimonios de los hijos tampoco son mucho mejores. Excepto el menor que tiene una novia estupenda y podría tener una vida mejor. En todo caso, el objetivo de esa familia de Tokio es impedir ese divorcio senil.

Pobre Ozú. Yamada se aprovechó de él en la innecesaria Una familia de Tokio que parasitaba el prestigio de los Cuentos de Tokio y a la que, precisamente por eso, un jurado miope concedió hace tres años la Espiga de Oro en este festival. Ahora parece que Yamada quisiera burlarse de Ozú con esta comedia casposa y aberrante (el cartel lo dice todo) que hace parecer de arte y ensayo las que dirigía Mariano Ozores. El plano final, más que un tributo a Ozú, me parece casi un insulto. Lo peor es que lo veía venir, pero uno quiere desconfiar de sus prejuicios y a veces da otra oportunidad a quien lo defraudó una vez. Por lo demás, la hora de proyección nos encajaba muy bien y el Teatro Carrión está muy cerca del hotel.

Cruce 48

de Udi Aloni. Israel, 2016. 96’.
28 de octubre de 2016. Teatro Zorrilla, 61º Semana Internacional de Cine de Valladolid (punto de encuentro). V.O.S.

Kareem es un rapero palestino que vive en una pequeña ciudad cerca de Tel Aviv. Tiene unos amigos que colaboran con traficantes de drogas, un padre con el que no se lleva bien y una novia que a veces canta con él. El accidente en el que su padre muere y su madre queda en silla de ruedas, los incidentes durante un concierto en un club judío y la destrucción de la casa del padre de un amigo porque el gobierno de Israel ha decidido hacer un museo en ese lugar, hacen que muchas cosas cambien para él.

Volvemos un año más a la Seminci y nos encontramos con esta estupenda película que es un musical rapero, una historia de amor, un alegato feminista, un relato periurbano sobre traficantes y pardillos, un drama familiar y un sugerente retrato sobre las relaciones entre palestinos y judíos en una ciudad cualquiera de Israel. Las poderosas imágenes del comienzo, centradas en el protagonista, y la bella canción final, con la imagen de su novia a punto de tomar una decisión importante, enmarcan un magnífico retablo que es musical, político, social y romántico a la vez. Por si fuera poco, el director es un israelí comprometido y estupendo que en el coloquio habló con claridad del conflicto entre israelíes y palestinos y que demostró que en Israel hoy no todos son malos o imbéciles y que antes de las canalladas del cuarenta y ocho  hubo un tiempo en el que fue posible y natural una convivencia por la que siguen apostando las buenas gentes como él. Udi Aloni es un tipo vital, que entiende muy bien qué es lo importante en el mundo, que sabe llevarlo a la pantalla y que lo defiende lúcidamente con un discurso apasionado, positivo y difícilmente rebatible. Por si fuera poco, casi entiende el español y en la película se permite un guiño a lo andaluz al hacer que la protagonista cante una canción en nuestra lengua. A juzgar por lo que esta tarde se sintió en el teatro Zorrilla no me extrañaría que Cruce 48 se llevara el premio del público. Y bien podría merecerlo. Que esta primera elección iba a ser afortunada lo anticipaba ya el magnífico cortometraje Jacked de Rene Pannevis, en el que una sucesión trepidante de primeros planos pertinentes nos va mostrando lo que pasa cuando dos jóvenes violentos roban un coche y encuentran en él una casete en la que un hombre enfermo terminal ha grabado unos mensajes para la hija que está a punto de nacer.

jueves, 27 de octubre de 2016

El porvenir

de Mia Hansen-Løve. Francia, 2016. 100.
27 de octubre de 2016. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Matrimonio maduro de profesores de filosofía se rompe porque él se entiende con otra mujer. Luego la seguimos a ella. Vemos escenas de la relación con su madre. Con sus hijos. Y con un joven adicto a la filosofía que fue alumno suyo y que ha optado por la vida rural.

Con un título tan sugerente, una actriz tan conocida y una profesión tan lucida como la mía, la película tenía todos los mimbres para gustar. Y habrá gustado mucho en Francia, un país donde Isabelle Huppert seguramente es tan venerada como los comentarios filosóficos, las familias cultivadas y las revoluciones juveniles. A mi las tres cosas juntas me han resultado algo impostadas aquí. Y la protagonista un pelín pesada en el rol de profesora perfecta, escritora digna y mujer casi al borde de un ataque de nervios.   

miércoles, 26 de octubre de 2016

Sutak, nómadas del viento

de Mirlan Abdykalykov. Kirguistán, 2015. 81.
26 de octubre de 2016. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Unos abuelos, una nuera y una nieta en medio de las montañas del Asia central. Hay caballos que corren por las praderas. Hay un águila en el que podría haberse encarnado el padre muerto. Y un meteorólogo que podría enamorar a la madre.

Una reivindicación de los códigos ancestrales de un mundo que agoniza. Con planos bonitos y rotundas leyendas. Todo muy poético y emotivo. Pero a mi no me conmueve. Más bien me aburre. Me quedo con las montañas y los caballos. Y con esa niña dulcísima que hasta sabe llorar.

martes, 25 de octubre de 2016

Experimenter: La historia de Stanley Milgram

de Michael Almereyda. EE.UU., 2015. 90.
25 de octubre de 2016. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

El experimento Milgram. El estudio empírico sobre la obediencia a la autoridad. Lo desarrolló Stanley Milgram en 1961. Justo cuando Hannah Arendt asistía al juicio de Adolf Eichmann en Israel. Dos años después Milgram públicaba un artículo con sus conclusiones sobre las circunstancias que pueden llevar a las personas a obviar toda compasión. Hasta el estado agéntico. El que hace que el individuo no se sienta responsable de sus actos porque se somete voluntariamente a una jerarquía. Justamente eso que Hannah Arendt denominó, también en 1963, la banalidad del mal. De eso trata esta película, de las pruebas empíricas de hasta dónde puede llegar esa alienación humana. Y de las condiciones institucionales que favorecen que las personas renuncien a pensar.

Qué buen programa doble formaría esta película con la de Margarethe von Trotta sobre la filósofa más lúcida del siglo XX. Las dos historias nos hablan de unos investigadores que se atrevieron a enfrentarse al mal. Milgram con sus estudios empíricos sobre la obediencia. Arendt con su lúcida reflexión sobre la banalidad del mal. Los dos fueron despreciados y acusados por señalar lo indecible. Que el mal no es algo de seres diabólicos sino de gente corriente. Que Sócrates tenía razón cuando sostenía que nadie hace el mal a sabiendas, pero que cualquiera puede causarlo si renuncia a pensar. Michael Almereyda tiene además el acierto de hacer que su historia tenga tanta pertinencia histórica (el paralelismo con la tesis de Arendt es explícito y hasta vemos imágenes del juicio a Eichmann) como atrevimiento formal (Milgram habla a veces directamente al espectador, hay decorados que evocan escenas teatralizadas y hasta un elefante sigue a veces al protagonista). Lo peor de lo que plantean las dos películas es que la banalidad del mal y el estado agéntico no estaban solo en la Alemania de los treinta y cuarenta o en los Estados Unidos de los sesenta y setenta. Se encuentran con demasiada frecuencia entre quienes trabajan en entornos institucionales de cualquier lugar. Por ejemplo, en nuestro congreso, en nuestras administraciones públicas o en nuestros partidos políticos. Pero también mucho más cerca. Por ejemplo, en los institutos. En ellos también es frecuente ese estado agéntico que caracteriza a esos profesores que ni siquiera quieren saber qué es la banalidad del mal.

domingo, 23 de octubre de 2016

Oleg y las raras artes

de Andrés Duque. España, 2016. 70.
23 de octubre de 2016. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Oleg es un artista ruso casi nonagenario. Tan genial y extravagante en sus divagaciones sobre el arte como en sus improvisaciones al piano.

En un pasillo de L'Hermitage de San Petersburgo se acerca un anciano extraño. Nos habla de su pasión por ese museo, de Catalina la Grande (magnífica la exposición que sobre ella vimos en agosto en el de Amsterdam) y hasta de Putin. Es la prometedora primera escena de una película que consistirá en una serie de largos planos fijos  sobre este ser sorprendente que interpreta la música mientras la interpreta al piano. El apoyo de Luis Miñarro avala el interés y la singularidad de la película, aunque el resultado parece más destinado al circuito museístico y musicológico que a las salas de cine.

sábado, 22 de octubre de 2016

Verano en Brooklyn

de Ira Sachs. EE.UU., 2016. 85’.
22 de octubre de 2016. Cines Ocimax, Gijón.

Dos chicos de trece años se hacen muy amigos en Brooklyn. Uno es el hijo de una chilena que tiene una tienda de ropa. El otro acaba de llegar a la casa de arriba. Su abuelo ha muerto y su padre ha heredado el edificio. La negociación del contrato de la tienda se convierte en un problema para las dos familias. Pero no para ellos que quieren mantener su amistad.

Como en su estupenda El amor es extraño, Ira Sachs vuelve a dar una lección de buen cine con esta película en la que sigue habiendo elegancia en los encuadres, elipsis más que oportunas (el funeral del abuelo, el desahucio de la familia chilena...) y una notable capacidad para capturar los afectos en estas sencillas historias neoyorquinas. La deliciosa relación entre los muchachos, la interpretación de Paulina García (la estupenda Gloria de Sebastián Lelio) o escenas tan singulares como la de la confrontación entre el profesor y el alumno en la clase de teatro hacen que Verano en Brooklyn sea una pequeña joya. Ira Sachs no es Chejov, pero que el padre de uno de los chicos interprete La gaviota en un teatro no es casual. Es toda una declaración de estilo con la que pretende resaltar que lo más importante es la cadencia de la vida y no sus circunstancias.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Viaje a Italia

de Michael Winterbottom. Reino Unido, 2014. 108.
19 de octubre de 2016. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Steve Coogan y Rob Brydon vuelven a viajar juntos una semana. Esta vez por Italia donde disfrutarán nuevamente de excelentes comidas y magníficos alojamientos. Sus referencias literarias a las estancias italianas de Byron y Shelley y las alusiones (explícitas e implícitas) a películas tan magníficas como Te querre siempre de Rosellini se combinan con sus hilarantes imitaciones de actores anglosajones y con sus cuitas sentimentales.

En la reseña de The trip comentaba el absurdo de que películas como esta puedan exhibirse en España en versión doblada. Por suerte, esta vez la veo subtitulada lo que me ahorra el lamentable espectaculo de oir a un doblador español intentando imitar a otro doblador español. Aunque sé que me pierdo parte de la gracia por no estar  familiarizado con las voces y los giros de los actores imitados, este viaje a Italia es un agradable regreso a escenarios cinematográficos y literarios muy estimables de la mano de dos tipos cachondos a los que la vida no trata nada mal. Así que ya tengo ganas de ver ese Viaje a España que Michael Winterbottom ha terminado de filmar este mes aquí.

martes, 18 de octubre de 2016

El profesor de violín

de Sérgio Machado. Brasil, 2015. 92.
18 de octubre de 2016. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Un violinista que aspira a formar parte de una prestigiosa orquesta sinfónica brasileña acepta dar clases en un escuela pública de una favela de São Paulo. Allí consigue que la música cambie la vida de un grupo de adolescentes.

Los efectos balsámicos de la música entre los pobres ya los conocimos de la mano de Carlinhos Brown en la muy grata Ciudad Candeal que Fernando Trueba filmó en Salvador de Bahía. Frente a ella El profesor de violín resulta una historia previsible hecha de resortes tan poco eficaces que no consiguen emocionar. La evolución de esta orquesta tiene mucho de milagro. De hecho, resulta inverosímil y eso es algo que no se puede permitir una ficción. Así que El profesor de violín no es más que otro bano intento por defender que la música amansa siempre a las fieras y que cualquiera puede ser un buen profesor.

lunes, 17 de octubre de 2016

Después de nosotros

de Joachim Lafosse. Bélgica, 2016. 100’.
17 de octubre de 2016. Cines Los Prados, Oviedo.

María y Boris tienen dos niñas preciosas y una casa estupenda en la que viven juntos pero no conviven. Dividir esa propiedad y decidir qué harán con las niñas está haciendo difícil su separación.

Parejas desgarradas. Podría ser el título de la serie a la que casualmente estamos asistiendo en los últimos días (el viernes la extraordinaria La clausura del amor en el Palacio Valdés y el sábado el estreno de Sed en el off del Niemeyer -las reseñas están en el blog de teatro-). Con Después de nosotros Joachim Lafosse vuelve a los territorios de la desazón familiar que exploró con la tristísima Perder la razón.  Sin embargo, aquí hay mucha más dulzura. Sobre todo en los largos planos de la vida cotidiana en los que tanto sorprende la naturalidad de las niñas. La cámara casi no sale de esa casa en la que se intuye tanta vida y se sabe que todo cambiará pronto. Allí nos muestra una familia en la que hay tanta tensión entre los padres como afecto hacia las hijas. Aunque apenas esbozados, los nudos familares (la relación con la abuela), económicos (¿quién puso más?) y sociales (¿quién se quedará con los amigos?) que hacen tan difícil cualquier separación están muy bien planteados en esta historia. Después de nosotros es una sencilla descripción de una ruptura familiar. Una película elegante en la que se señala más de lo que se muestra.

martes, 11 de octubre de 2016

La estación de las mujeres

de Leena Yadav. India, 2015. 116.
11 de octubre de 2016. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Tres amigas en la treintena. Una es una prostituta alegre, otra tiene un marido que la maltrata y la tercera acaba de casar a su hijo macarra con una chica que no lo quiere. Todo sucede en una comunidad rural muy conservadora en la que un consejo de ancianos lo decide todo. Desde la compra de un televisor para el pueblo hasta con quién deben vivir las mujeres.

Las caras bonitas y risueñas de las protagonistas y la belleza de las telas que llevan son lo mejor de esta película llena de subrayados maniqueos. Los hombres son malísimos o buenísimos. No hay término medio. Y ellas, todas guapísimas, oscilan entre el sufrimiento extremo y la euforia injustificada. La calidez de la fotografía y la belleza de los escenarios (casi en modo National Geografic) no compensa la obviedad del feminismo naif (y un puntito histérico) que viene a reivindicar esta película. Quizá para algunos públicos de la India resulte edificante y les ayude a desvelar lo que ya deberían saber. Pero a mi La estación de las mujeres se me hace muy larga.

lunes, 10 de octubre de 2016

Historia de una pasión

de Terence Davies. Reino Unido, 2016. 125’.
10 de octubre de 2016. Cines Los Prados, Oviedo.

Interiores con Emily Dickinson. Los de su vida familiar. Los de su soledad literaria. Los de la amarga lucidez que la acompañó toda su vida.

Imágenes delicadas. Encuadres perfectos. Movimientos de cámara leves y oportunos. Fotografía primorosa. Interpretaciones intensas. Y un guión radicalmente literario. Terence Davies traslada el esteticismo de The deep blue sea a la América de mediados del XIX. Pero aquí no hay solo voluntad de estilo. Su capacidad para componer imágenes hermosas está al servicio de una reivindicación literaria que le sale bastante bien. Aunque resulte exigente para el espectador por la formalidad con que se hablan los protagonistas, por la  intensidad de sus dramas interiores, por la ausencia de subrayados musicales que nos dejan a solas con las imágenes y las palabras. Así que esta historia de una pasión es cine literario y elegante. Pero solo apto para espectadores curtidos.

domingo, 9 de octubre de 2016

Green room

de Jeremy Saulnier. EE.UU., 2015. 94.
9 de octubre de 2016. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Un grupo de rock es contratado para actuar en un garito de neonazis. Tras el concierto y cuando ya están a punto de irse ven que se ha cometido un crimen. A partir de entonces se encierran en una habitación de la que no se atreven a salir.

Le ha gustado mucho a Tarantino. Mala señal. La contención que hacía tan interesante a Blue ruin, la anterior película de Saulnier, se sustituye aquí por una tensión continua trufada de violencia y salpicones de sangre. Un tipo de cine que me interesa muy poco.

sábado, 8 de octubre de 2016

Vientos de La Habana

de Félix Viscarret. España, 2016. 104’.
8 de octubre de 2016. Cines Ocimax, Gijón.

Un policia se enamora de una hermosa pelirroja mientras investiga la muerte de una joven profesora de instituto. Pasiones sentimentales, tráfico de drogas y corrupciones policiales se dan cita en esta historia habanera con la singular luz de los vientos de cuaresma.

Contemplar imágenes de La Habana y que Jorge Perugorría fuera el protagonista de esta película eran suficientes motivos para verla. Los mismos que justificaban no dejar pasar la magnífica Viva de Paddy Breathnach en la que, mucho más ajado que aquí, compartía cartel con Héctor Medina, un joven que allí bordaba el papel de dulce homosexual y que también tiene un pequeño papel en esta. Que la historia esté basada en una novela de Padura y que él mismo haya participado en el guión hacía esperar algo tan bueno como la estupenda Regreso a Itaca de Laurent Cantet. Sin embargo, las imágenes cenitales de esa fascinante ciudad, la cuidada fotografía y el trabajo de Perugorría son lo más destacable de esta película gris de género negro y color habanero.

jueves, 6 de octubre de 2016

Berberian Sound Studio

de Peter Strickland. Reino Unido, 2012. 92’.
6 de octubre de 2016. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Un mezclador de sonido acude a un estudio italiano para trabajar en una película de terror. Es un inglés muy tímido y educado que sufre con las imagenes a las que tiene que poner sonido. Y con el trato de esos extraños cineastas italianos.

Tan opresiva y singular como The duke of Burgundy, la siguiente película de Peter Strickland sobre una relación sadomasoquista entre dos mujeres. La obsesión de aquellas amantes por las mariposas y las polillas era tan intensa como la de estas extrañas gentes del cine por el sonido analógico y artesanal. Berberian Sound Studio tiene también encuadres bellos y planos elegantes. Pero aunque por el tema despertará más pasiones cinéfilas que aquel masoquismo femenino tan singular, a mi me resulta igualmente tediosa. Y como dije sobre The duke of Burgundy me habría gustado mucho más si hubiera durado media hora menos.

Sing street

de John Carney. Irlanda, 2016. 105’.
6 de octubre de 2016. Cines Los Prados, Oviedo.

Tener quince años en el Dublín de los ochenta. Tener que ir a un colegio católico. Tener unos padres que no se quieren. Tener un hermano mayor estupendo. Tener pasión por la música. Y tener una musa a la que amar. Todo eso lo tiene Connor.

Una historia blanca con final feliz. Un homenaje a la música independiente, a la ilusión de crear y a la belleza de los sonidos de Nueva York. Eso me parecía Begin again, la anterior película de John Carney que también era una historia sobre el amor, sobre la música y sobre el amor a la música. Sing street mantiene el mismo aliento ilusionado en otro tiempo, en otra ciudad y con otra edad. La edad de la adolescencia, la de los instantes de intensidad infinita en los que el futuro aún es perfecto y saber vivir solo consiste en saber soñar. La música, los personajes y el guión hacen que Sing street me resulte una película muy grata. Pero que la historia suceda en el Dublín de los ochenta y que Dalkey (ese precioso pueblo de la costa oriental irlandesa) sea tan importante para el protagonista hacen que aún me parezca más deliciosa. Ojalá que John Carney siga haciendo películas así.

martes, 4 de octubre de 2016

Black

de Adil El Arbi y Bilall Fallah. Bélgica, 2015. 95.
4 de octubre de 2016. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Mavela y Marwan son dos jóvenes bruselenses que se aman. Ella es negra y él marroquí. Y pertenecen a bandas rivales muy violentas. Como era de esperar, la cosa no acaba bien.

Los magrebíes son ladrones y los negros violadores. Es la tesis central de una película que quiere llevar a la Bruselas de hoy la historia Romeo y Julieta o la de West Side Story. Con imágenes y músicas que a veces recuerdan a las de un videoclip, Black es una historia cruda que viene a reforzar los prejuicios racistas sobre lo peligrosos que pueden ser para Europa los jóvenes forasteros. El rótulo final con datos de la violencia en Bélgica muestra que la película tiene mucha intención. Y muy mala, por cierto. Si tuviera más valores estéticos quizá se podrían obviar estas objeciones éticas. Pero hasta en el título me lo pone muy negro.

domingo, 2 de octubre de 2016

Tres recuerdos de mi juventud

de Arnaud Desplechin. Francia, 2015. 123’.
2 de octubre de 2016. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Un antropólogo regresa a Francia después de muchos años fuera. La aclaración sobre la existencia de otra persona con su misma identidad en Australia le hace evocar tres recuerdos lejanos: el de una infancia amarga, el de un viaje de estudios a la URSS y el de un intenso amor de juventud que marcó su vida.

El tercer recuerdo es el mejor. Y el que se desarrolla con más detalle en la película. A su lado, las otras dos evocaciones casi estorban. Como también lo hace ese comienzo en el que parece que la película va a ir por los derroteros propios del cine de espías. La historia de amor principal, tan bien contextualizada en los ochenta franceses, podría recordar a Las ventajas de ser un marginado de Stephen Chbosky o al magnífico regreso del último Linklater a la edad universitaria. Pero Linklater tiene mucho más claro que Desplechin lo que nos quiere contar y cómo hacerlo. Seguramente los dos están hablando de su pasado, pero el de Todos queremos algo es más compartible que estos Tres recuerdos de mi juventud.

sábado, 1 de octubre de 2016

Captain fantastic

de Matt Ross. EE.UU., 2016. 118’.
1 de octubre de 2016. Cines Los Prados, Oviedo.

Un padre y seis hijos viven felices en el bosque. Es una utopía familiar en la que solo falta esa madre que acaba de suicidarse. En el viaje a la civilización para asistir a su funeral descubrirán muchas cosas. Y se pondrán a prueba los principios del padre.

Rousseau, John Holt, Noam Chomsky y Unabomber. Tales podrían ser los referentes de este patriarca utópico interpretado por Viggo Mortensen que pretende formar reyes filósofos a la platónica manera. La parte en el bosque y la salida en el autobús resulta sugerente. Pero, a partir del momento en que esta extraña familia se encuentra con los abuelos, Captain fantastic se convierte en una película menor con los resortes propios de los productos televisivos. Una lástima, porque la historia no habia empezado nada mal.