29 de septiembre de 2015. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.
The Wall treinta años después. Una película-concierto con breves interludios no musicales en los que Rogers Waters recorre Europa para homenajear a su abuelo y a su padre, muertos en las trincheras de la Primera y la Segunda Gurra Mundial. Y después un agradable epílogo en el que conversa con Nick Mason, el batería de aquel grupo extraordinario que se llamó Pink Floyd.
Una proyección con fecha fija en todo el mundo. Como una ceremonia cinéfila a la vez que musical. No es un documental sobre una gira. Es un impresionante concierto que parece en directo aunque esté hecho con las grabaciones de la gira entre 2010 y 2013. Las escapadas de Waters fuera del escenario no nos alejan de la impresionante liturgia de ese muro que se construye y se destruye ante nosotros en una inmensa pantalla/escenario. La fidelidad a la música original es máxima (Nick Mason también lo subraya en la entrevista posterior), pero la escenografía es soberbia. No ha sido una película para añorar gustos musicales pretéritos. Ha sido un placer de casi tres horas del que solo cabe lamentar que a alguien se le haya ocurrido subtitularlo todo, excepto las letras de las canciones. Nada menos.