3 de julio de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.
Aurora tiene trece años y repite curso. Vemos junto a ella sus relaciones escolares y periescolares. También las familiares. Para la mayoría la chica resulta insoportable. Y se comprende.
Viendo su cine, me temo que Francia tiene un problema con su adolescencia. Pero no con lo que les pasa a sus chicos, sino con la forma en que los adultos los perciben. Algo parecido a lo que sucede con esta Aurora, a la que no vemos como adolescente sino como la percepción (adulta) de una adolescencia. Y lo que le pasa a Aurora es que si en vez de un personaje fuera una persona sería simplemente detestable. Y no a sus trece años o por sus trece años (esa quizá sea la tesis de la película) sino porque es así. A veces olvidamos que los adultos desagradables seguramente no se han hecho en cuatro días sino que quizá también lo fueron en el instituto y hasta en la escuela. A mi algunos ya me lo parecían entonces y estoy seguro de que Aurora sería uno de ellos y que tampoco me caería nada bien cuando se hiciera mayor. Por si fueran pocos sus defectos, esta película exasperante (que contribuirá muy poco a incrementar la natalidad francesa) termina de forma ñoña con un pretendido y absurdo final feliz de reconciliación familiar. ¿Por qué tanto buen cine español no llega a nuestras salas más populares y tanto mal cine francés siempre encuentra espacio y tiempo en ellas?